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Economía de la inclusión: talentos por descubrir

Ignacio Arteaga presidente USEC

Por: Ignacio Arteaga | Publicado: Viernes 2 de junio de 2017 a las 04:00 hrs.
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Hace unos días, el informe “Coyuntura Económica en América Latina y el Caribe”, publicado por la Cepal y la OIT, indicó que entre 2010 y 2015 la inmigración en Chile creció, en promedio, un 4,9% por año, esto es más que en México y en Brasil. La realidad de las migraciones y los refugiados, cualesquiera sean sus causas –tales como la guerra o la persecución religiosa– es un fenómeno mundial que genera problemas de adaptación, marginación y exclusión social.

Similar realidad de exclusión viven hoy en Chile casi un 20% de los jóvenes entre 15 y 29 años, quienes no estudian ni trabajan; también hay exclusión a los adultos mayores, de quienes solo el 32,4% tiene empleo, y a las personas que tienen algún tipo de discapacidad, que representan el 20% de la población mayor de 18 años, de los cuales cerca de un 40% no se encuentra inserto en el mundo laboral.

Como vemos, son muchos los que se encuentran excluidos del sistema, los “descartados” como los ha llamado el Papa Francisco. Ellos constituyen un desafío para todos nosotros y también para nuestras empresas, ya que reflejan una realidad social y económica que no es sostenible en el tiempo.

También en el mundo de la empresa se vive la exclusión, ¿cuál será el motivo?

Tal vez la causa está en que en el mundo de los negocios hemos ido olvidando y excluyendo a Dios, olvidando los principios de la Doctrina Social de la Iglesia y el concepto de empresa trascendente y noble que ella nos propone. Hemos ido centrando el propósito de ésta solo en lo material, en la rentabilidad y en el corto plazo, viendo en el otro no a una persona sino a un instrumento, un medio, un “factor productivo”. Esa mirada miope nos ha impedido ver a los “descartados” como personas, descubrir en ellos los enormes talentos que tienen, sus cualidades y habilidades, únicas e irrepetibles, y su capacidad de crear valor, material y espiritual, en las empresas. Las empresas se están privando de esos talentos y así estamos privando a dichas personas de la oportunidad de desarrollarlos y de crecer como personas.

Una empresa que incorpora a los “excluidos” no pierde productividad, la acrecienta; no se empobrece, se enriquece; logra que las relaciones en su interior sean más profundas, humanas y sinceras; es capaz de crear confianzas, equipos de trabajo más cohesionados y comprometidos. Logra un mayor reconocimiento y valoración de la comunidad en que está inserta.

Sabemos que en las empresas hay diversas funciones y responsabilidades, unas más complejas que otras, para las que se requieren distintas habilidades y niveles de preparación. Analicemos en conciencia nuestras organizaciones y seamos creativos, busquemos y creemos espacios para incorporar a los “descartados”. No caigamos en la tentación de pensar que es una buena idea para la empresa de al lado, pero no para la propia, o que podría ser implementada en mi empresa solo una vez que ella esté consolidada, que logre ciertas metas económicas o niveles de producción, entre otros. Si pensamos así nunca los incorporaremos ¡Hagámoslo ahora!

Recordemos que la empresa más exitosa no es solo la que más rentabilidad obtiene, sino la que hace más “persona” a quienes trabajan y se relacionan con ella. Esto último, y no la sola búsqueda de la rentabilidad, es la base para que una empresa sea sustentable en el tiempo. Es parte de la contribución que la empresa y nosotros, los empresarios, debemos hacer al bien común.

Como empresarios nuestro desafío es formar y crear empresas cuyo centro y fin sea la persona. Éstas deben ser un espacio de florecimiento de los talentos -que muchas veces están en potencia- de quienes las integran. De ahí el llamado de la Iglesia a que los empresarios seamos agentes de inclusión económica y social, reconociendo que los “descartados” también tienen mucho que aportar en la creación de valor. Descubramos que ellos son un “don” y no una “carga”, que no les estamos haciendo un favor; por el contrario, al incorporarlos nos estamos haciendo un favor a nosotros mismos y a nuestras empresas. Hacer el bien nos hace bien.

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