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La reacción de los moderados

Pablo Valderrama Director Ejecutivo IdeaPaís

Por: Pablo Valderrama | Publicado: Viernes 25 de octubre de 2019 a las 04:00 hrs.
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Pablo Valderrama

Hoy existen dos grupos actuando: los vándalos que destruyen y saquean, y los ciudadanos que se manifiestan. Aunque parte de la izquierda titubee, frente a los primeros no hay dos lecturas: no cabe más que una condena tajante por el inmenso daño hecho. Respecto a los segundos, en cambio, las lecturas se multiplican.

¿Por qué protesta el ciudadano pacífico? No está tan claro aún. No hay un petitorio específico que demarque sus demandas. Lo suyo no es una respuesta ideológica, sino un “sentir ciudadano”. Sí está claro, en cambio, que en este grupo que se ha incubado un malestar que no es esencialmente ideológico. Un malestar que, como sostuviera Carlos Peña, se refiere a justicia y desigualdad.

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Es evidente que hay una demanda por justicia. Por nombrar sÓlo un ejemplo: es sabido que muchos chilenos, cuyos salarios no permiten llegar a fin de mes, se ven obligados a endeudarse y contratar créditos de consumo, especialmente en el retail. Están sumidos en un espiral de endeudamiento –no necesariamente para consumir, sino para pagar remedios y enfermedades catastróficas– que es caldo de cultivo para la indignación. No son del todo pobres de caja, pero sí lo son en activo; y están agobiados por no poder salir de la rueda. “Chile se ha convertido en un país rico, pero poblado de gente pobre”, decía Gonzalo Vial en 2007.

Por otra parte, también hay desigualdad, la que salta a la vista en los disímiles niveles de vida que existen al interior de una misma sociedad. Con todo, el problema de la desigualdad no se reduce –como piensa parte de la izquierda–, a que algunos posean más riqueza que otros. El problema no es que el ingreso per cápita de Vitacura sea brutalmente superior al de Renca. Es más, Chile sigue siendo un país desigual, pero los niveles han disminuido en la última década, por lo que un análisis meramente material poco colaborará a comprender el problema.

Se trata más bien de las consecuencias que dicha desigualdad produce en la convivencia entre las mismas personas, de allí que el slogan “No más abusos” sea uno de los más vociferados. El común de los ciudadanos no busca quitar a los más ricos sus bienes materiales, sino que deslegitimar las diferencias sociales que se producen como consecuencia de la desigualdad. Gonzalo Vial, que difícilmente puede ser tildado de izquierda, no podría haber sido más claro hace más de 30 años: “Mientras más extensivo es ese progreso, peor es la legítima amargura de quien no lo comparte ni mínimamente. ‘Si tantos otros sí. . . ¿Por qué yo no?’ -es una pregunta muy lógica”.

Y hoy, los moderados son un nuevo grupo de excluidos, y esta ha sido su reacción.

Por lo mismo, tomarse en serio el desafío de la desigualdad no es comprarse el diagnóstico de la izquierda. Bachelet quiso responder a este desafío bajando de los patines a los “poderosos”, como se decía; y ahí estuvo uno de sus tantos errores. El verdadero reto es compatibilizar justicia, paz y libertad, para lo cual no es menor tomarse en serio las consecuencias de la desigualdad.

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