Padre Hugo Tagle

La hermana muerte

Padre Hugo Tagle En twitter: @hugotagle

Por: Padre Hugo Tagle | Publicado: Lunes 6 de agosto de 2018 a las 04:00 hrs.
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Hace unas semanas se instaló en la agenda política el tema de la eutanasia. La defensa de la vida va desde su concepción hasta su ocaso natural. La Iglesia la defiende con tanta pasión, que incluso ahora el Papa Francisco introdujo una modificación al texto sobre la pena de muerte en el Catecismo Católico, señalando que: “La Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que la pena de muerte es inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona, y se compromete con determinación a su abolición en todo el mundo”. No hay excepción alguna.

Pues bien, tanto más en la defensa de la tercera edad. La preocupación parlamentaria debería enfocarse en mejorar la calidad de vida de la vejez chilena y no ¡en eliminarla! Es fácil persuadir a alguien de que su vida no tiene sentido, de que su dolor no tiene solución. La eutanasia es un recurso egoísta, que se desentiende de los más débiles. Es fácil hacer creer a las personas, sobre todo enfermas, débiles, abandonadas, de que sobran, estorban.

Tenemos una sola certeza: la muerte. La hermana muerte, de que habla san Francisco. Y esto, que pareciera fatalidad, es ley de vida. Para los creyentes, el paso necesario para la verdadera vida, la eternidad, el Cielo. Para los no creyentes, para quienes creen que la vida es sólo esto y luego la nada, pues ¡tanto más deberían querer mantenerse en esta vida! Y quererlo también para los demás.

El grado de civilidad de una sociedad se demuestra en el cuidado de sus ancianos, enfermos y niños. En Chile, estamos al debe en los tres ítems. La propuesta de una ley de eutanasia, vale decir “la provocación intencionada de la muerte de una persona que padece una enfermedad incurable para evitar que sufra”, revela egoísmo, falta de ideas, desprecio por los más débiles. Mejor no recordar los oscuros regímenes que se deshacían de los “imperfectos”.

Sí hay que cuidar de no caer en un ensañamiento terapéutico, también llamado encarnizamiento terapéutico. Quizá algunos legisladores piensan en ello y ahí sí debemos ser cuidadosos. Por desgracia, es una práctica común en la medicina actual. La idea de hacer “todo lo posible” por salvar una vida es cosa correcta, pero se transforma en una obsesión por mantener la vida a cualquier precio, siendo que la naturaleza ya indica otra cosa. Sin duda se debe hacer todo “lo humanamente posible” por conservarla, pero la medicina debe reconocer humildemente (y los pacientes y parientes con ella) que hay límites y que en algún momento hay que aceptarlos, por duro que resulte.

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