Padre Hugo Tagle

La única

Padre Hugo Tagle En twitter: @hugotagle

Por: Padre Hugo Tagle | Publicado: Lunes 15 de mayo de 2017 a las 04:00 hrs.
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”Peregrinaré a Fátima para encomendar a la Virgen los destinos temporales y eternos de la humanidad” dijo el Papa antes de su peregrinaje a esa localidad para celebrar los 100 años de la aparición de la Virgen. Recordamos también la salvación milagrosa del Papa Juan Pablo II del atentado sufrido en 1981, en esa misma fecha. Su salvación se la atribuyó el mismo Papa a la intercesión de la Virgen, donde peregrinó al año siguiente.

Hoy, la imagen de María adquiere una nueva significación. La ciudad siria de Alepo fue consagrada el pasado sábado a la Virgen de Fátima coincidiendo con el viaje del papa Francisco al santuario mariano de Portugal. Un gesto simbólico de gran importancia en una ciudad devastada por años de guerra. Lo más notable del acto es que en la consagración participaron cristianos, judíos y musulmanes. Con el Islam, los cristianos y con ellos occidente, compartimos cuna, historia y destino. Somos hijos de un mismo padre en la fe, Abraham. Junto a los judíos, conformamos la tríada de religiones monoteístas. “La Iglesia mira también con aprecio a los musulmanes que adoran al único Dios, viviente y subsistente” dice el Vaticano II. Ellos “veneran a Jesús como profeta, aunque no lo reconocen como Dios; honran a María, su Madre virginal, y también la invocan”.

El teólogo Fulton Sheen llamó la atención sobre el hecho significativo que la segunda aparición de la Virgen en Europa, tras Lourdes, fuera en un lugar que lleva el nombre de Fátima az-Zahra, hija del profeta Mahoma. Hoy resulta más que providencial y luminoso en el oscuro panorama mundial y en la compleja relación del mundo musulmán con el occidente cristiano. Fátima significa “la única”, que era el título dado en el mundo árabe a la primera y más querida de las hijas en una familia. Muy providencial que se haya impuesto ese nombre para una de las veneraciones más queridas de la madre de Jesús.

Al drama de la guerra se puede responder con el fanatismo o con la comunión: la Iglesia ha ayudado siempre a optar por lo segundo. La fe cristiana busca siempre y en todas partes el acuerdo, la paz y concordia.

En la cultura del encuentro a la que invita el Papa Francisco, el papel de los creyentes es clave. Destruir es fácil; crear, construir, requiere esfuerzo y sacrificios. Pero solo ello engendra vida. María se ofrece al mundo como este punto de encuentro, espacio de entendimiento, punto de unión valiosísimo en un diálogo más urgente que nunca.

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