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Situación fiscal: la realidad, no el mito

Bernardita Piedrabuena economista principal Zahler&Co

Por: Bernardita Piedrabuena | Publicado: Miércoles 14 de noviembre de 2018 a las 04:00 hrs.
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Bernardita Piedrabuena

En el último Informe de Competitividad del World Economic Forum, Chile ocupó el lugar 33 entre 140 países. De los 12 pilares que constituyen el indicador, Chile obtuvo el primer lugar en el de Estabilidad Macroeconómica, lugar que ya habíamos alcanzado en la primera mitad de los 2000.

Dicho pilar mide dos aspectos claves: la política monetaria y la política fiscal. En el primer caso, se establece que una inflación entre 0,5% y 4,0% es sinónimo de una buena conducción monetaria. En el segundo caso, se analiza la dinámica futura de la deuda del gobierno. Cabe señalar que la metodología del informe considera cuatro aspectos para evaluar la sostenibilidad de la dinámica de la deuda: el nivel de la deuda del gobierno, el cambio proyectado de dicha deuda, el nivel de desarrollo del país y el ranking crediticio. Las métricas antes señaladas se calcularon con datos de 2016 y 2017 en el caso de la inflación, y, en el segundo caso, con el nivel de deuda de gobierno de 2017 y su cambio proyectado entre 2017 y 2018.

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¿Qué nos dice el Informe? Que la evidencia fríamente analizada muestra que la situación fiscal de Chile a fines de 2017 y proyectada para 2018 —usando cifras del presupuesto aprobado para 2018— es de las mejores del mundo. Adicionalmente, si uno considerara los ahorros en los fondos soberanos y la buena estructura de la deuda, la salud de las finanzas públicas en Chile sería evaluada como más robusta aún.

Dada la evidencia anterior, no dejan de ser llamativos tres hechos: que la noticia tuvo poca repercusión mediática; la falta de generosidad por parte del gobierno para reconocer el duro trabajo de todas y todos los que han contribuido a este logro a lo largo de muchos años; y que algunos analistas y algunos personeros del actual gobierno afirmen, una y otra vez, que encontraron unas finanzas públicas desordenadas y arcas fiscales escuálidas. En particular, si éste hubiera sido el caso, ¿por qué un análisis positivo y desapasionado de las cifras, hecho por un organismo independiente, dice que Chile es número uno en el manejo de su política fiscal?

Soy una convencida de que un buen entorno macroeconómico es una condición, si bien no suficiente, muy, pero muy necesaria para alcanzar el desarrollo. Y, en particular, que la sostenibilidad de las finanzas públicas es una de sus piedras angulares. Pero la institucionalidad fiscal que Chile actualmente ostenta no se construyó en tres meses, ni en un año, sino que ha sido el resultado del trabajo continuo durante, por lo menos, 30 años. No reconocer lo anterior no contribuye a afirmar transversalmente la centralidad de este logro.

Pero no hay que dormirse en los laureles, ya que, como toda institución, nuestra institucionalidad fiscal debe ser cuidada y mejorada, y cada acción tendiente a hacerla más robusta, transparente y sujeta a rendición de cuentas, debería ser bienvenida. En tanto, que cada paso que la debilite o la deslegitime, debería ser rechazado. Porque como resumiría el dicho: la responsabilidad fiscal no produce desarrollo, ¡pero vaya que ayuda!

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