Columnistas

Viva el lucro… cuando es mío

Rafael Ariztía

  • T+
  • T-

Compartir

Rafael Ariztía

El caso Caval es impresionante desde principio a fin. La historia del terreno en Machalí es sólo la guinda de la torta. Pero el asunto parte antes y muestra hasta dónde Chile corre el riesgo de "bananizarse" si no nos preocupamos a tiempo. Revisemos la historia.

Un joven cuyo atributo más conocido es ser hijo de su mamá, que es la Presidenta, se pasea a sus anchas en una colección de Lexus de lujo. Cuando se le pregunta cómo los financió, dada su trayectoria de modesto servidor público, responde con una perla: "no son míos.. son de la empresa para la que trabajo y me los pasan como parte de los beneficios". Y resulta que la empresa es de... su señora!. Y como en Chile somos formalistas, la respuesta se da por definitiva. Obviamente nadie le pregunta a título de qué usa el auto que es de una empresa, si lo declara en su renta anual, si la empresa lo utiliza como gasto para generar la renta, o cómo la empresa de su señora, que tenía 30 años, había generado ese patrimonio... esos son detalles poco importantes.

A continuación, este joven entra con bombos y platillos a trabajar en el gobierno de... su mamá. En una muestra impresionante de desinterés y espíritu republicano, se informa a los cuatro vientos que no recibirá sueldo, sino que trabajará "ad-honorem" en un nuevo cargo creado para él: director sociocultural de La Moneda... nadie se pregunta si esta figura es legal, pero sospecho que esa forma contractual no está dentro de las permitidas por nuestra querida Contraloría. Pero el asunto pasa colado, a pesar de que el flamante director sociocultural declara en entrevistas a doble página, que él está a "cargo" de fundaciones e instituciones públicas, y recorre Chile entero en este rol.

Al poco andar, alguien demasiado diligente para los estándares locales se hace una pregunta. Si Dávalos Bachelet está a "cargo" de la "Dirección Sociocultural" de la Moneda y le da las pautas a instituciones públicas, debiera haber una declaración de su patrimonio e intereses en alguna web de gobierno. Pero esta declaración no estaba y cuando osaron pedírsela, el joven Dávalos Bachelet casi se ofendió y señaló que no estaba obligado a entregarla porque él "trabajaba ad-honorem"... y una consulta formal a Contraloría le dio la razón.. PLOP!. Es fácil imaginar la pregunta, debe haber sido algo así: ¿Es necesario que alguien que no tiene un contrato remunerado con el gobierno presente una declaración de patrimonio como lo indica la ley de transparencia? Y la respuesta de Contraloría: No, la ley sólo se refiere a personas contratadas por el Estado. Y el tema quedó ahí. Somos un país formalista.

Y así fuimos conociendo a este joven. Algunos ya le empezaban a ver potencial para una carrera política, al estilo Máximo Kirchner, sin siquiera imaginar la sorpresa que Dávalos Bachelet nos tenía guardada a todos, incluida a su madre Presidenta. Su mayor talento estaba todavía oculto: él y su señora son genios inmobiliarios.

La pareja tiene una capacidad que el mismo Donald Trump envidiaría. Son capaces de lograr que un banco chileno les preste US$ 10 millones contra cero capital, y convertir en un año su gestión en US$ 5 millones para el bolsillo familiar. De pronto, todo se ve más claro. Los Lexus, la función "ad-honorem", la negativa a hacer declaración de intereses, etc. Todo cuadra.

Todo cuadra y nos muestra lo terriblemente vulnerable que es nuestra institucionalidad, y lo débiles que son sus controles. Pero más allá de lo malo, algo bueno sale de toda esta historia. Tendremos que agradecerle a Dávalos Bachelet, que en forma tan gráfica y clara le haya demostrado a Chile los riesgos que corremos cuando como país ponemos todo el poder, los recursos y la esperanza en manos del Estado. Sin quererlo, Sebastián nos ha prestado un gran servicio, ya que no podría haber elegido una mejor forma para demostrar que el Estado no está sólo habitado por ángeles desinteresados que administrarán los crecientes recursos públicos en función del bien común.

Nos demostró también que el Estado es sujeto de captura, de tráfico de influencias, de amiguismo, entre otros males similares, por lo que una cuota de escepticismo y control ciudadano son sanos y necesarios. Y son, finalmente, este tipo de eventos los que generan el sentido de urgencia necesario para avanzar en reformas que despiertan consenso transversal, pero que la contingencia diaria deja siempre relegadas a las últimas prioridades legislativas.

Por último, en el marco de satanización del lucro que se ha dado en el último tiempo, Dávalos Bachelet nos demostró lo que todos sospechábamos. Al final del día, los socialistas están a favor del lucro, cuando es propio.

Lo más leído