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¿Y qué hay de los impuestos?

Por: DF Tax | Juan Manuel Baraona | Publicado: Jueves 30 de enero de 2020 a las 04:00 hrs.
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DF Tax | Juan Manuel Baraona

El proyecto de reforma tributaria, o de modernización tributaria como aún se denomina, finalmente vio la luz. Pero no es el mismo. Perdió perfil y se ha transformado esencialmente en recaudatorio.

La idea central de la iniciativa original consistía en el retorno al sistema de integración total con tributación sobre la base de distribuciones para los propietarios de las empresas. La integración es un tema de equidad horizontal. No hay ninguna razón por la cual un contribuyente que, como persona natural, deba pagar más que otro que obtiene la misma renta como socio de una sociedad. Hoy estamos todos contestes en la progresividad, es decir, a mayor renta mayor pago de impuestos, el punto en cuestión es que a mismo nivel de renta se debería pagar los mismos impuestos.

Ha cedido el Gobierno al argumento de la oposición en el sentido de que la integración beneficiaba a pocos chilenos de muy altos recursos. La verdad es que no hay evidencia lógica ni empírica de ello. Lo único cierto es que el sistema semiintegrado eleva el impuesto de los empresarios a cualquier nivel de renta respecto de los otros contribuyentes de los impuestos Global Complementario, lo que es evidentemente regresivo.

Sólo quedan en el sistema integrado las Pymes y eso está bien. Pero no es equitativo porque no es un tema de tamaño. En este sentido es particularmente interesante la información entregada en la página del Senado al dar cuenta de la aprobación del proyecto, al señalar que se mantiene "un único sistema semiintegrado para las grandes empresas". La verdad es que para nuestros legisladores son grandes empresas todas las que no califican como Pymes. El Gobierno y los parlamentarios simplemente parecen no entender que el tema de la integración nada tiene que ver con las grandes empresas, sino con los empresarios y su carga tributaria.

Simplemente no lo entiendo. Pero en estos tiempos hay muchas cosas que no se entienden.

Otra novedad es el incremento del impuesto territorial a los contribuyentes titulares de bienes raíces por sobre un determinado avalúo fiscal agregado. También en este caso con el argumento es gravar a los poderosos. No estoy -en principio- en contra de usar la política fiscal con finalidades redistributivas, aun cuando la experiencia histórica en el mundo ha sido pobre, pero esta iniciativa deja mucho que desear.

En primer lugar, no considera la deuda asociada a la adquisición del inmueble, ya que no es lo mismo el caso de una propiedad amarrada a un crédito hipotecario reciente que una libre de gravámenes. Tampoco están en la misma situación un bien raíz adquirido al contado que uno recién heredado que ha sufragado hace poco el impuesto de herencias, así como tampoco el inmueble adquirido hace muchos años en un barrio de plusvalía importante cuyo propietario no está hoy en condiciones económicas de soportar el mayor gravamen.

Las normas anti elusivas introducidas en la reforma de 2014 han quedado como estaban. En otros términos, seguirán seguramente sin aplicarse, ejerciendo su influencia por presencia, por el solo hecho de estar en la Ley.

Se mantiene la Defensoría del Contribuyente, pero sin las atribuciones y financiamiento que a muchos nos habría gustado. Hay algunos cambios interesantes en materia de impuesto a las herencias y otros temas que venían del proyecto original.

En cuanto a la recaudación, los pronósticos suelen ser optimistas. A mí me enseñaron que la recaudación es función directa del nivel de actividad económica y de la tasa de crecimiento. Habrá que esperar.

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