Editorial

El sentido de hacer reformas

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omo titular de nuestra edición de ayer escogimos una dura expresión de nuestro entrevistado, Ricardo Caballero, para enjuiciar las políticas del gobierno anterior, especialmente en el ámbito económico: “Chile se comportó como un adolescente por cuatro años, y esa imagen no se borra de un día para otro, ya que una recaída permanece como un riesgo latente”, nos dijo.

Otra frase del prestigioso economista chileno y académico del MIT, en tanto, puede leerse como un consejo a la administración actual sobre el tipo de clima que debe tratar de impulsar, tanto en el mundo político como en la opinión pública: “Menos fiebre de reforma y más estabilidad y seriedad es lo que necesitamos por el lado del crecimiento potencial”.

En efecto, uno de los efectos más perniciosos del discurso político polarizado de los últimos años ha sido promover la idea de que —por razones que nunca se explican en detalle, pero que se asumen a priori indesmentibles— Chile necesita muchas y profundas reformas de toda índole si es que ha de tener una posibilidad realista de alcanzar el desarrollo. De pronto, los sólidos progresos alcanzados durante casi medio siglo se consideraron insuficientes, en el mejor de los casos, o engañosos en el peor.

El corolario de aquello fue un nuevo estilo de liderazgo político —más evidente en la izquierda, pero no sólo en ella— que no planteaba el “cambio” como medio, sino como objetivo en sí mismo. La promesa de hacer “reformas” se volvió sinónimo de liderazgo responsable y, luego, de gobierno comprometido. La noción de construir sobre lo ya edificado dio paso al concepto de la retroexcavadora, símbolo de un ideal político de nuevo cuño: borrón y cuenta nueva.

Esa “fiebre” de reformas, esa suerte de culto a lo novedoso como garantía de progreso, es tanto o más perjudicial que la obcecada reticencia al cambio. De hecho, no fue para mantener el ímpetu reformista que la actual coalición gobernante obtuvo una contundente mayoría de votos, sino para lograr crecimiento, estabilidad y empleo. Gobernar es mucho más que reformar.

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