Editorial

RREE: política de Estado, sin agenda ideológica

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a atención del Presidente electo está por ahora comprensiblemente centrada en la agenda doméstica, especialmente la selección de su gabinete y equipo económico. Con todo, el plano internacional, sobre todo el regional, pronto requerirá definiciones.

En rigor, la gran definición debe ser política y puede adoptarse desde ya: en materia de relaciones exteriores, ser fieles al espíritu de la campaña de segunda vuelta, no de la primera.

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Esto es, alejarse del discurso que planteaba revisar los tratados comerciales ya firmados por Chile o renovar la alianza entre los gobiernos de izquierda en la región, por ejemplo, y acotar el esfuerzo diplomático a velar por los intereses del país, una tarea compleja de por si.

Estos intereses incluyen, por cierto, una relación cordial y constructiva -ojalá amistosa- con el mundo. La política de Estado chilena ha tenido históricamente una continuidad probada en la promoción de la cooperación e integración, pero ella no consiste en alineamientos ideológicos y circunstanciales con los gobiernos de turno. Así, que voceros de la campaña ganadora ya expresen apoyos a Lula da Silva en Brasil o Gustavo Petro en Colombia, para "derrotar a la extrema derecha", compromete a Chile: la próxima administración deberá relacionarse con los gobernantes que elijan la mayoría de brasileños y colombianos, no importa el signo político.

Se observa un interés por reeditar la experiencia de la llamada "ola rosada", en la primera década del siglo, cuando líderes como Hugo Chávez, Néstor Kirchner, Evo Morales y el propio Lula impulsaron una ambiciosa agenda integradora con iniciativas como el Alba y Unasur . Hoy, los paralelos con aquello son más bien antojadizos y erradamente nostálgicos, y el costoso fracaso de esos dos proyectos regionales ofrece una sobria lección.

La composición del nuevo Congreso hace complejo evitar dicho riesgo, con grupos afines a esa mirada sobre la región y con fuerte presencia del PC, acérrimo defensor de las dictaduras de Venezuela, Cuba y Nicaragua. Ello augura tensiones si el nuevo gobierno opta en su diplomacia por la política de Estado y no por una agenda ideológica.

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