Editorial

Tragedia griega: un “final” mejor de lo esperado

  • T+
  • T-

Compartir

Imagen foto_00000002

yer, con el último de los programas de asistencia económica de la Unión Europea a Grecia, concluyó un episodio sin precedentes: el mayor rescate financiero de la historia, más de 260 mil millones de euros destinados a la atribulada economía griega desde 2010 a la fecha.

Pero el hito es significativo, sobre todo, porque deja varias lecciones. La primera es que ni siquiera un rescate de estas proporciones basta, por sí solo, para sacar a una economía del pantano en que ella misma se ha metido. Grecia está muy lejos de haber superado sus gravísimos problemas —y seguirá pagando esta deuda por décadas—, pero al menos no está al borde de un colapso que amenace arrastrar a sus vecinos al abismo, como hace ocho años. Esta es la segunda lección: que un rescate financiero puede funcionar si tiene recursos para acercarse a sus objetivos y si mantiene el foco en ellos, y siempre que el país asistido acate las condiciones y las cumpla razonablemente bien (como hizo, contra casi todo pronóstico, el actual gobierno griego).

Una tercera lección es en realidad un recordatorio que cobra especial sentido en momentos en que fuerzas aislacionistas y proteccionistas marcan presencia en la escena mundial, y es que la acción internacional mancomunada puede perseguir fines constructivos en aras del bien colectivo. Desgraciadamente, para muchos esto ya no resulta tan obvio como en décadas pasadas, por lo que conviene recordar los dos principales objetivos que la ayuda a Grecia perseguía y alcanzó: evitar tanto la total descomposición de la economía griega (y sus inevitables repercusiones a nivel continental) como el fracaso de la unión monetaria europea (posiblemente un golpe de gracia para el proyecto político de la UE).

Aún queda amplio espacio para debatir qué tan bien diseñado estuvo el rescate griego y qué tan bien se implementó. Pero aunque en términos generales parece haber funcionado, quizás la principal enseñanza para los países —y sus gobernantes— es que no hay mejor rescate que el que nunca se necesita. Y ése es un llamado a la ética de la responsabilidad.

Lo más leído