Editorial

Una economía que va de más a menos

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Aunque la evidencia de los últimos años debiera llevar al país a no sorprenderse porque las cosas “siempre pueden ser peor”, lo cierto es que el dato de actividad económica del mes de julio no puede dejarse pasar como un registro más de una decadencia inevitable. Y no puede dejarse pasar porque nada garantiza que ese 0,5% vaya a ser un piso y porque ya se comienza a plantear en forma insistente que el país está ad portas de una recesión técnica.

Puntos de inflexión y brotes verdes mediante, en los últimos tres años el país se ha ido empantanando en forma alarmante y mientras en naciones como Perú (con el que algunos hasta hace poco insistían en compararse para argumentar que el ciclo chileno era similar al de otros productores de commodities) están revisando al alza sus estimaciones de PIB para este y el próximo año, acá lo único que se hace es revisar a la baja una y otra vez las previsiones, cuestión que inevitablemente mella el ánimo de los agentes económicos y que es profundamente injusta para un país que colectivamente construyó en las últimas tres décadas uno de los casos de progreso más notables a nivel global.

Hasta ahora las autoridades no han demostrado que le estén tomando el peso al asunto. Con acciones y declaraciones que siguen siendo lesivas para el crecimiento o la simple indolencia y pasividad han terminado instalando una sensación de fatalidad cuyos efectos preocupan dentro y fuera de las fronteras. Un país que no crece no sólo no resuelve sus deudas sociales pendientes, sino que las agrava, cuestión que debieran tener presente las autoridades, que lejos del legado al que aspiran, podrían dejar uno que sea un lastre para los más desposeídos.

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