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Crisis y candidaturas

Pedro Fierro Subdirector de Fundación P!ensa

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Pedro Fierro

No ha pasado mucho tiempo desde que asumió el actual gobierno, pero pareciera que las próximas elecciones presidenciales son a la vuelta de la esquina. Decir que estamos en precampaña sería exagerado, pero al menos podemos sugerir algo bastante cercano considerando los anuncios de estas últimas semanas.

En un contexto de crisis de confianza, ¿qué rol le estamos atribuyendo a las próximas elecciones respecto a la legitimación del proceso democrático? En otras palabras, ¿pueden eventualmente las campañas ayudar a sacarnos de la desafección reinante en el país?

Sabemos que son preguntas odiosas, sobre todo considerando que justamente las artimañas electorales nos han encaminado a nuestra realidad. Sin embargo, existe evidencia que confirma la relación positiva entre campañas y compromiso cívico (interés, conocimiento, etc.), lo que les atribuye a estas actividades una responsabilidad mucho más grande en democracia.

Por lo anterior, sería interesante discutir respecto a los atributos que debiésemos exigir como ciudadanos a cualquier proceso electoral. Por ejemplo, ¿debiésemos reclamar un debate sincero y transparente? Esta pregunta puede ser la más evidente; sin embargo, más allá de las prácticas que los candidatos consideren correctas, no debemos olvidar el contenido propio de los debates. Esto es especialmente importante para un provinciano que ha visto con resignación y frustración como históricamente las promesas en descentralización pasan a un tercer plano una vez iniciada una nueva administración.

Así llegamos a una segunda interrogante: ¿debiésemos reclamar campañas cercanas? Indudablemente sí, pero con esto no nos referimos a las visitas a la feria ni a los abrazos por mil, sino que esencialmente al respeto por las prioridades ciudadanas. Este atributo puede cobrar especial importancia en momentos en los que preferimos hablar de aborto y cambio constitucional en vez de la delincuencia que azota a gran parte de la población.

Finalmente, ¿debiésemos proteger las voces discordantes? Quizás sea la interrogante más difícil de aceptar, pero probablemente donde radica el éxito del proceso democrático. Usualmente nos llenamos la boca hablando de respeto, pero cuando hay alguien que se aleja de la opinión mayoritaria preferimos etiquetarlo de extremista o desautorizarlo. En este sentido, parece sensato buscar representatividad en candidaturas pequeñas y serias que aporten mayor competitividad al proceso. Con esto no hablamos de díscolos, al contrario, nos referimos incluso a quienes forman parte de coaliciones establecidas pero creen que tienen algo distinto que decir. Así, las insinuaciones de Kast (ambos) y Ossandón por parte de la centroderecha pueden ser un buen ejemplo de apertura.

Vivimos momentos políticamente complejos, pero si somos capaces de mirar un poco más allá de la captura de votos, puede ser la oportunidad de comenzar un ciclo distinto, en donde nuestra democracia salga fortalecida.

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