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Diseño del desarrollo país: tema no sólo para economistas y políticos

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Hay un fenómeno nacional que merece atención: quienes definen cómo debe desarrollarse Chile son mayormente economistas y políticos. Es tal el monopolio de declaraciones por parte de estos dos grupos, que hemos llegado a confundir “desarrollo país” con “desarrollo económico” del país.

Así, tenemos un indicador favorito para medir desarrollo: el PIB/cápita. Dado que el precio de venta de nuestros commodities ha subido en estos años, no faltan quienes alardean que los actuales US$ 20.000/cápita nos tienen en las puertas del desarrollo. Y bien, imaginemos, en un momento de delirio, que el próximo lunes todos los chilenos amanecemos con un ingreso anual de US$ 40.000. ¿Amaneceremos desarrollados?
Sumemos otro ingrediente de alto rating hoy: ese lunes se garantiza la educación gratuita y de calidad (como la entienden políticos y economistas). ¿Estamos en la vía correcta del desarrollo?
Para responder, debiéramos observar lo que ha ocurrido con los trabajadores de la gran minería y sus familias: sus ingresos han aumentado intensamente estos últimos diez años, llegando a un promedio de US$73.000 anual. Ahora, haga usted la tarea e investigue el nivel de desarrollo alcanzado por esta población, su patrón de consumo, de cultura universal, de ahorro o inversión. O bien, estudie a un grupo demográfico de altos ingresos y alto nivel educacional en Santiago y reflexione si esa población sería capaz de formar un país desarrollado. Me permito concluir que la fórmula “mayor ingreso + mayor penetración de educación” es necesaria pero no suficiente.

¿Qué falta, entonces? En esta discusión se echa de menos la opinión de sociólogos, antropólogos e historiadores serios. Economistas y políticos ya han opinado suficiente, y ya han “platificado” la discusión lo suficiente.

En mi opinión, faltan al menos tres ingredientes más: 1. Variedad de estímulos a la que se somete a nuestra población infantil/juvenil, 2. Variedad de oportunidades que el país dispone para que cada cual desarrolle su interés o talento, 3. El momentum para hacer de los dos puntos anteriores un círculo virtuoso.

Lamentablemente, pienso que el diseño de nuestra educación y estructura industrial ha ido en sentido contrario a estas propuestas. La educación de calidad se entiende y se calibra obsesivamente a través de pruebas de escasa amplitud intelectual, y el país-industria se percibe como un gran yacimiento de riquezas donde las reparticiones, la productividad y el “clima” es lo significativo.

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