Jorge Selaive

Recesión ad portas

Jorge Selaive Economista Jefe Scotia Chile y Académico FEN U. de Chile

Por: Jorge Selaive | Publicado: Jueves 30 de septiembre de 2021 a las 04:00 hrs.
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Hemos visto que parte del mercado se ha movido a proyectar un crecimiento cercano a 2% para 2022. El Banco Central (BC) realizó un ajuste relevante en su proyección de crecimiento para este y el próximo año, que parece estar siendo seguida por parte de los analistas.

En septiembre de 2020, el BC proyectaba una expansión de 4,5% para 2021, que aumentó modestamente a 6,0% en diciembre de ese año. En ese momento, varios señalábamos que la economía se encaminaba a un crecimiento significativamente superior, no sólo por el primer y segundo retiro de fondos previsionales, sino también por el rumbo que estaba tomando la recuperación global, la adaptación a las cuarentenas, la mejora en el precio del cobre y la positiva entrada estadística que tendríamos hacia fines de año.

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Todos estos argumentos luego, asertivamente, el BC los hizo suyos. Las proyecciones que nos hicieron esperar un alto crecimiento en 2021 fueron superadas ante las relevantes inyecciones de liquidez para las familias. Hoy cabe poca duda de que nuestra economía terminará 2021 con una expansión de dos dígitos.

¿Significa entonces que 2022 será un año de convergencia a un crecimiento cercano o incluso bajo el potencial, tal como señaló el BC? Existen razones para pensar que, por ahora, ese podría no ser el caso.

Primero, sometamos a algún estrés el escenario del BC. Este considera una recesión técnica a partir del primer trimestre de 2022. Chile tendría una abrupta desaceleración desestacionalizada el último trimestre de este año y el primero del próximo. Cuesta ver aquello ante la amplia liquidez de las familias, que entrega combustible al consumo hasta bien entrado 2022; la evidente recuperación del empleo y salario, que complementa el anterior; y la aún favorable dinámica de la inversión pública y parte de la privada, que parece en alguna medida todavía ortogonal al complejo escenario político y desacierto de las políticas públicas.

El simple hecho de que tengamos una contracción del gasto público de 22% en 2022 no es razón suficiente para asumir dicha recesión, a menos que se quiera ser extremadamente conservador -y hasta pesimista- en el mediano plazo y muy optimista en el muy corto, para dar consistencia al acelerado escenario de normalización monetaria.

En segundo lugar, existen razones estadísticas para esperar un buen ingreso a 2022. Estamos en fases de apertura altas, que deberían disminuir algo cuando tengamos una nueva ola (menos agresiva) de contagios, que es lo que esperamos pronto; la inversión se mantiene dinámica; el último IFE se pagará en diciembre; y tenemos una relevante recomposición de inventarios pendiente. Asimismo, en la medida que el cobre se mantenga sobre US$ 4/lb., no deberíamos ver retrasos en los proyectos mineros y energéticos en estados de avances medios y altos.

La evolución del escenario político tiene consecuencias relevantes, pero suponer que una nueva administración y / o una nueva Constitución tendrá efectos inmediatos y de primer orden como para restarnos tres puntos porcentuales de crecimiento en 2022 puede ser de un conservadurismo excesivo. Coincidiendo en que los desarrollos políticos resultan cruciales, el impacto no será instantáneo, sino que se comenzará a ver con algún rezago.

Ahora bien, si el BC llegase a estar en lo correcto, será lamentable ver a Chile sumido en una recesión. Quizás lo único bueno sería que despertaría de un sueño profundo a varios de nuestros políticos, que piensan que Chile es un país muy rico y que es sólo cosa de redistribuir.

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