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¿Qué critican los chilenos?

Embajador de Chile en Argentina

Por: José Antonio Viera-Gallo | Publicado: Viernes 20 de enero de 2017 a las 04:00 hrs.
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A partir de la elección parlamentaria de 1997 se discute entre nosotros sobre el malestar ciudadano. Esa fue la primera vez en que se manifestó una abstención masiva. Desde entonces mucha agua ha corrido bajo los puentes y el problema se ha agravado, demostrando que el descontento no guarda una relación directa con el progreso. El país ha avanzado pero el reconcomio perdura. Incluso se ha transformado con la crisis económica global de 2008 y la emergencia de los "indignados" en diversas latitudes.

Identificar bien el problema es indispensable para definir el rumbo del país. La discusión pública no ha sido clarificadora. Con frecuencia los datos de la realidad se leen en forma sesgada para abonar una tesis ideológica o política: es el modelo neoliberal, dicen unos, es el populismo, afirman otros.

Los estudios sociológicos y las encuestas hablan con claridad que un alto porcentaje de los chilenos están satisfechos con su vida personal y familiar y que miran el futuro con esperanza; pero al mismo tiempo piensan que los demás tienen mayor insatisfacción y desconfían de las instituciones públicas y privadas, sobre todo por los escándalos en que se han visto involucradas. Así lo muestra la última encuesta CEP.

Esto revela que el fenómeno es complejo. La gente aprecia el progreso vivido por el país en las últimas décadas: al retornar la democracia el ingreso per cápita no alcanzaba a US$ 4.000 y hoy es de US$ 23.000. Por mal distribuido que esté, Chile ha dado un salto impresionante. Surgen nuevas demandas, y nuevas frustraciones en un país cuya ciudadanía está más informada y con mayor capacidad crítica.

Las encuestas Bicentenario de la UC y Adimark demuestran además que la gente desconfía de lo que no conoce directamente: por ejemplo, de los bancos y las empresas, salvo en aquel del cual son clientes o para la cual trabajan; recelan de los parlamentarios, salvo aquél por el cual votaron; critican los colegios, pero no aquel al cual van sus hijos. Es el llamado efecto Feno, que toma el nombre del científico norteamericano que primero percibió esta distorsión.

El malestar no es con “el sistema”, sino con los abusos de los poderosos, los obstáculos a la movilidad social por desconocimiento de los méritos, las desigualdades arbitrarias sin justificación que no sea el privilegio y los servicios y prestaciones públicas de baja calidad. Cuando el ingreso promedio de los chilenos es de 550 mil pesos, ¿quién puede pagar aranceles universitarios tan altos?, ¿por qué no hay especialistas suficientes en los consultorios de atención primaria de salud?

Evidentemente el crecimiento económico ayuda a enfrentar estos problemas. Pero no es suficiente. Además según el FMI y el Banco Mundial las perspectivas económicas del país y América Latina no son promisorias para los próximos años. La tarea se vuelve más difícil. La solución no es el inmovilismo. Por el contrario, se puede y debe avanzar en transformaciones profundas que a la vez disminuyan la desconfianza ciudadana y amplíen las posibilidades de desarrollo. La transparencia en el sector público y privado y en la sociedad civil es un instrumento clave. Hemos avanzado, pero queda todavía mucha resistencia por vencer.

Para estas tareas el país cuenta con experiencia y energías suficientes.

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