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Las bitcoins finalmente encuentran su justificación en los escenarios apocalípticos

Para quienes han visto en la pandemia una amenaza a las libertades civiles y una pesadilla de autoritarismo global, la seguridad anónima de la criptomoneda actúa como una cobertura contra las realidades distópicas.

Por: Financial Times. Traducido por Renato García J. | Publicado: Miércoles 25 de noviembre de 2020 a las 11:18 hrs.
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Izabella Kaminska

El próximo enero se cumplirán doce años desde que Satoshi Nakamoto, el pseudónimo del creador de las bitcoins, estableció la primera transacción digital en el sistema, “minando” el denominado “bloque génesis”.

A medida que las bitcoins comienzan a tantear su precio récord de 2017 de US$ 20 mil, es hora de evaluar si la criptomoneda ha cumplido con su autoimpuesto objetivo. ¿Ha proporcionado realmente, como prometió, una alternativa más sólida y honesta a un sistema bancario central supuestamente corrupto? ¿O ha demostrado ser un paraíso para los estafadores, despojando a más personas de su riqueza que las que ha ayudado a enriquecerse?

La respuesta, como siempre, se encuentra en algún punto intermedio. La visión inicial de los partidarios de las bitcoins era forjar una red descentralizada donde cualquiera pudiera ser su propio banco y donde el costo de las transacciones sería insignificante. La incómoda realidad para los primeros idealistas es que, doce años después, el ecosistema bitcoin tiene más en común con el actual que buscaba desplazar que con esa visión utópica original.

Incluso antes de que se regulara, la ineficiencia estructural, la complejidad, la intensidad energética y el riesgo hicieron que fuera económicamente imposible competir en precios con el sistema vigente.

Tras agregar el costo regulatorio, el sistema se ha vuelto cada vez más parecido al mercado de artículos de lujo, donde la gente está dispuesta a pagar más por servicios o productos debido a razones ideológicas, de tendencias o de estilo de vida, que por su eficiencia, costos o masividad.

Las bitcoins dieron un nuevo paso para convertirse en otro servicio financiero altamente intermediado y regulado en octubre, cuando PayPal comenzó a ofrecer a titulares seleccionados de cuentas en EEUU la oportunidad de depositarlas. Los usuarios aún no pueden realizar pagos con ellas, sino solo almacenarlas. Hasta que puedan usarlas para pagar, la medida contribuye más a fomentar la especulación que a impulsar la actividad comercial real.

Entonces, ¿valió la pena todo el trabajo para crearla? La respuesta es afirmativa.

Existen tres antiguas críticas a las nuevas monedas virtuales. La primera es que la gente realmente no quiere ser su propio banco por razones puramente prácticas de división del trabajo. La mayoría está demasiado ocupado con sus propias profesiones y, por lo tanto, está naturalmente predispuesto a confiar en los especialistas para que se hagan cargo de las complejidades de la gestión de claves criptográficas o la seguridad en su nombre.

Por lo tanto, no es de extrañar que el camino hacia la masificación de las bitcoins las haya obligado a incorporar fiscalizadores y protecciones regulatorias en un intento por generar mayor confianza pública. Estos son los factores que representan el costo en el sistema de pagos. Lo que esto revela es que ni las bitcoins ni ninguno de sus símiles, a pesar de su supuesta "naturaleza desconfiada", realmente han resuelto el problema de la confianza.

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La segunda crítica está relacionada con la obsesión estructural de las bitcoins con la inmutabilidad y el suministro preestablecido. Mientras los arquitectos de la moneda vieron la virtud en su rigidez e inadaptabilidad, otros sólo vieron el costo y la incompatibilidad con la falibilidad humana. Más fundamentalmente, como una forma de dinero intrínsecamente volátil e inelástica que transfirió toda la carga de un shock de reequilibrio a la economía real de una manera extremadamente desestabilizadora. Por eso, fuera de los mercados oscuros, era difícil imaginar que las bitcoins despegaran como dinero. Y no lo han hecho.

Finalmente, existían dudas de que un sistema monetario estable pudiera existir sin una garantía de prestamista de última instancia respaldada por el Estado. Es la capacidad del Estado para cobrar impuestos en su propia moneda lo que crea la demanda (y por lo tanto el apoyo estabilizador) por su propia moneda.

Escenarios del fin del mundo

Todo lo anterior sigue siendo cierto. Sin embargo, hay un escenario que lo cambió todo: un mundo en el que ningún gobierno pueda defender las libertades civiles o la libre empresa. Este concepto es, por supuesto, inverosímil.

Pero para algunos, las respuestas de los gobiernos a la pandemia han provocado pesadillas de un futuro en el que el mundo se desliza hacia el autoritarismo y las libertades civiles no pueden darse por sentadas. Para ellos, la seguridad anónima de las bitcoins actúa como una cobertura contra la peor de las realidades distópicas.

Puede que sea una solución extremadamente cara y que consume demasiada energía, pero al menos proporciona una razón fundamental para la existencia de las bitcoins. Para ser claros, el riesgo de autoritarismo global pintado por los partidarios más fervientes de la criptomoneda puede ser exagerado. Pero como sistema de contingencia ante un apocalipsis, es bueno que existan… por si acaso.

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