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La DC: un partido instrumentalizado

Director Ejecutivo de IdeaPaís

Por: Antonio Correa | Publicado: Viernes 24 de febrero de 2017 a las 04:00 hrs.
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Todo partido político está sujeto al escrutinio constante de la opinión pública, pero desde hace algún tiempo que la Democracia Cristiana ha sido blanco preponderante del análisis y de las críticas de quienes comentan comúnmente la política nacional.

Y la pregunta no es tanto por el fondo de la cuestión, es decir, por definir si la razón de esta especie de fetiche (¿acaso el de esta columna también?) se debe a su ubicación en el eje político, sino al porqué la DC no es capaz de salir de un estado de perplejidad en el que ya no actúa con naturalidad, sino que se mueve incomoda.

La colectividad no logra calzar en el escenario político actual. Nacida como un partido tercerista, vino a ocupar el centro político de manera ideológica y no instrumental, es decir, su posición no tenía como fin mediar, aliarse y gobernar con uno y otro lado del espectro -como lo hacía el Partido Radical- sino que su voluntad era el proponer una solución distinta, una tercera vía, en la cual no comulgaba ni con la izquierda ni la derecha. De ahí la frase del presidente Eduardo Frei Montalva: “ni por un millón de votos cambiaría una coma de mi programa”, ubicándose en las antípodas de lo instrumental.

Sin embargo, su proyecto tercerista nunca se concretó. La caída de los socialismos reales y la expansión del capitalismo global la llevó a buscar corregir -y no reemplazar- el sistema que antes censuraba. Dejó de ser un partido con una propuesta de planificación global, como lo ha conceptualizado el historiador Mario Góngora, para transformarse en un partido distinto al de su nacimiento: un partido de -supuesta- inspiración cristiana, que aboga por los más débiles, la promoción del respeto a los derechos humanos y políticas públicas pro igualdad. Y digo “supuesta inspiración cristiana” porque hoy son pocos los valientes que quedan defendiéndola dentro de sus filas.

Hoy, la domina la incertidumbre. No sabe si participar en la primaria de su conglomerado: no está cómoda y la decisión pasa por lo electoral. La distinción entre Nueva Mayoría y Concertación no es menor, porque la inclusión del Partido Comunista (quizás su más claro enemigo fundacional) no fue suficiente para que el partido revisara sus alianzas demostrando que ya no tenía el peso de antaño: ni el peso para imponerse ni sus principios para espantar a muchos de sus militantes. No es capaz, además, de plantarse de manera enérgica a sus aliados comunistas, ni aún en el caso de la afrenta a la hija de uno de sus tres presidentes de la República, que en último término constituye una ofensa a la memoria del mismo presidente Patricio Aylwin.

En definitiva, la DC no sabe qué hacer, ya que lo que hoy la une es la historia de un pasado ilustre: sus batallas, sus orígenes; pero es poco lo que tienen en común muchos de sus miembros. El punto es cuánto tiempo resistirá dicho colectivo político con tan fuertes tensiones internas. Quizás la única solución para sus militantes, es abandonar esa senda de tolerancia interna para enfrentar de una vez sus discrepancias y refundar su propia identidad. En definitiva, dejar el camino de la instrumentalización.

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