Padre Hugo Tagle

Anita quiere vivir

Por: Padre Hugo Tagle | Publicado: Lunes 13 de julio de 2015 a las 04:00 hrs.
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Algo bueno de la discusión sobre el aborto es que todos terminaron hablando de "alguien" y no de "algo" al momento de referirse a la vida engendrada en el útero materno. Al menos nos hemos puesto de acuerdo de que se trata de dos personas: madre e hijo.

No hay necesidad de una despenalización del aborto para abordar los casos extremos que se presentan a la práctica médica. Las causales que se invocan no ameritan un cambio legal. El ejercicio médico ya conoce un protocolo claro para abordar esos casos sin causar la muerte voluntaria del niño. En el caso de malformación, simple, dejar que la vida siga su curso ¡Son tantos los casos que se han diagnosticado como "inviables" que finalmente viven felices y contentos! Ante el "eventual peligro de la vida de la madre", la verdad, se dan ejemplos de laboratorio, casi arqueológicos por lo antiguo. Chile tiene una medicina de primera línea en el cuidado prenatal (en algo que nos destaquemos...) por lo que una madre no tiene nada que temer.

El caso que despierta mayor adhesión es el del aborto en caso de embarazo por violación. Repele profundamente un delito tan cobarde y miserable. Comprensible la tendencia instintiva a borrar todo vestigio de ese crimen deleznable. Pero no es la reacción correcta. No se castiga un delito con otro delito, como es el de acabar con la vida del niño engendrado. No se "soluciona el problema" acabando con las "huellas" de ese crimen, en este caso, otra vida. Dejemos que la vida siga su curso y demos la opción a la víctima de darla en adopción. Se entiende que la creatura le despierte un rechazo (quizá no). Como sea, como no podemos obligar a la víctima de una violación a cuidar de esa creatura, siempre habrá otras familias dispuestas a hacerlo. La aparente defensa de los derechos de la mujer con una despenalización del aborto no es tal. Muchas se sentirán forzadas por el entorno. Lo propio de una sociedad civilizada es apoyar toda vida, desde su concepción hasta su ocaso natural.

Ahora bien, quien dice "Sí a la vida" debe decir, a reglón seguido, "No a la desigualdad", "No a los abusos", "No a la pobreza extrema", "No a una educación segregadora e injusta". La defensa de la vida no puede limitarse a discursos encendidos que finalmente resultan cortinas de humo, encubriendo injusticias y abusos que son los que justamente fuerzan a muchas mujeres a abortar.

El "No al aborto" se debe transformar en un "Sí a la vida" propositivo, que ayude a superar decididamente esas lacras sociales, caldo de cultivo de una cultura antivida. Dejemos que Anita, Juan y Pedro vivan.

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