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Volver al futuro

Por: Ignacio Gepp, director de Tax Advisory de Puente Sur | Publicado: Jueves 17 de enero de 2019 a las 04:00 hrs.
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Ignacio Gepp, director de Tax Advisory de Puente Sur

¿De qué hablamos cuando pensamos en blockchain, criptomonedas, crowdfunding, billeteras virtuales, insurtech o algoritmos que invierten por nosotros?

No hablamos ni de Robotina, del Dr. Emmet Brown o de Robotech, sino de soluciones tecnológicas a desafíos que los bancos, aseguradoras o corredoras tradicionales no pudieron responder con la rapidez necesaria.

El problema con que hoy nos encontramos en Chile es que todo este fenómeno de la digitalización de la economía, que ya tiene un tiempo, lo hemos visto de lejos. En otras palabras, si esto fuera una maratón, nosotros llevamos una hora del tiempo perdido en decidir si ocupar zapatillas rojas o azules para la carrera.

¿Por qué? Porque un ego del porte de Brasil nos hace pensar que las cosas no cambian, que las tiendas en un mall no van a perder terreno frente a una mejor experiencia de compra y post venta del retail online; nos resistimos a la idea que en la economía digitalizada la rentabilidad no se mira en una línea de negocio sino que en el ecosistema del que dichas líneas forman parte (ej. retail + financiamiento); nos negamos a aceptar que los intermediarios (del tipo que sean) se están volviendo inútiles (si es que ya no lo son) y en el caso del mundo Fintech ¡seguimos pensando que la forma de competir con ella es pidiéndoles que se estructuren como bancos!

Como nos rehusamos al cambio digital, y pensamos que se combate con cosas como pedir que el Impuesto a los Servicios Digitales suba de 10% a 19%, nos quedamos atrás.

¿Quiénes no se quedan tan atrás? Curiosamente, los reguladores.

En el caso chileno hay tres ejemplos desde el mundo público que de una u otra forma han tratado de hacerse cargo del problema: la Comisión para el Mercado Financiero -CMF-, el Servicio de Impuestos Internos (SII) y el Banco Central.

La CMF optó por organizar un proceso de consulta pública de regulación a la industria Fintech, distinguiendo que dentro de ese mundo conviven distintos tipos de negocios, con distintos niveles de riesgo y por tanto con diversas necesidades regulatorias ya sea en la forma de registros, acreditaciones e incluso de capital de acuerdo al volumen de transacciones con las que operan. Bien ahí.

En el caso del Banco Central, lo que intentó hacer fue tratar de lidiar con los oferentes de medios de pagos, aquellos que hoy nos permiten hacer remesas internacionales en cosa de minutos y con costos mínimos, o pagar compras por Alibaba a través de una billetera virtual sin necesidad de una tarjeta de crédito (¿problemas bancarización? solucionado). Un premio al esfuerzo.

La autoridad tributaria por su parte se ha pronunciado sobre la tributación asociada a la inversión en criptomonedas destacando varias cosas que no son obvias pero que son razonables: (i) las criptomonedas son activos virtuales; (ii) estos activos deben ser declarados; (iii) la inversión en estos activos representa el costo que tienen los mismos; y, (iv) cualquier ganancia sobre el costo del activo está afecta a impuestos. A este servicio no se le va una, ¿o sí?

Pero reconocer al mundo Fintech va mucho más allá de sólo reconocer que el enriquecerse genera impuestos, sino que pasa por reconocer que la forma como miramos el cumplimiento tributario debe cambiar.

Piensen en lo siguiente, nuestro eventual nuevo Impuesto a los Servicios Digitales descansa completamente en poder contar con la colaboración de emisores de medios de pago electrónicos basados en Chile capaces de recargar dicho gravamen en el estado de cuenta de los usuarios pagadores.

¿Qué pasa si los usuarios empiezan a pagar no desde una tarjeta sino que a través de billeteras virtuales soportadas por empresas extranjeras y alimentadas de vez en cuando a través de una caja de pago? Como diría condorito: ¡Plop!

¿Qué hubiera pasado si en vez de obligar a Uber a constituirse en Chile le hubiéramos permitido declarar y pagar impuestos de forma remota e incluso retener y pagar lo que corresponda respecto a sus conductores? Respuesta: el mismo efecto que queríamos en primer lugar, sólo que de una forma coherente con la economía digital.

En la obsesión que tenemos por convertir negocios digitales en negocios de ladrillo, se nos olvida la brillante contribución que estos pueden hacer al cumplimiento tributario y las Fintech lo hacen obvio.

¿Queremos transparencia? ¿Queremos información en tiempo real? ¿Queremos información segura y no "maquillada"? ¿Queremos que sean los usuarios quienes se hagan cargo fácilmente de sus obligaciones tributarias? ¡Claro que sí!

Entonces, ¿qué hacemos? ¿Más agentes retenedores? ¿Más legiones de fiscalizadores? ¿Más arboles cortados para imprimir y guardar documento tras documento? No. Si miramos a las Fintech, la respuesta no está en más papelería o en más personas. La respuesta está en información en tiempo real (operaciones en línea), información segura (operaciones conocidas por el SII, los contribuyentes y los terceros) y por sobretodo, información de fácil acceso para todas las partes: blockchain.

¿Nos puedes ayudar blockchain a disminuir los costos de administración y fiscalización de impuestos tales como el IVA o de los procedimientos de determinación de los precios de transferencia? Sí. ¿Nos puedes ayudar blockchain a darle espacio a los no residentes para informar y cumplir sin tener que montar una operación física en nuestro país? Por supuesto.

¿Qué nos falta? Dejar de tratar de limitar la tecnología por las falencias de nuestros procesos y por el contrario, incorporarla a nuestro ADN.

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