Editorial

Signos de debilidad en el mercado laboral

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Hoy el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) dará a conocer la trayectoria del desempleo durante el trimestre móvil noviembre-enero. Más allá del resultado general, lo más probable es que los ojos de los analistas se vuelvan a centrar en el tipo de empleo generado, en especial dado el marcado escenario de desaceleración de la economía.

Es un hecho que en 2016 la tasa nacional logró situarse en un nivel satisfactorio, pues la desocupación no fue más allá de un promedio de 6,5%. Pero lo inquietante fue la razón de la resilencia, pues básicamente el mercado laboral no se deterioró gracias a la creación de los empleos por cuenta propia, que tradicionalmente se asocian a cierta precariedad en la medida que no están asociados a previsión social.

Como contraparte, el año pasado tendió a frenarse la creación del segmento de los asalariados, que son aquellos que dependen de un único empleador y sí se asumen como un grupo que cuenta con respaldo en términos de pensión y salud.

Más complejo, como lo reveló un análisis de las cifras del INE, durante la segunda parte de 2016 se destruyeron más de 180 mil trabajos asalariados definidos como jornada completa, acumulando a diciembre seis meses consecutivos de descensos.

Y, al mismo tiempo, el empleo a tiempo parcial involuntario -personas que trabajan menos de 30 horas pero tienen disponibilidad de hacerlo por más tiempo-, aumentaron con fuerza.

Todo un cuadro que sugiere un reacomodo que bien debiera invitar a la reflexión de la sociedad acerca de si el mercado laboral está mostrando los signos propios de un país que quiere llevar la economía a otro estado de desarrollo, con el consiguiente bienestar de su población.

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