CAMBIO DE MANDO EN ARGENTINA

Ignacio Briones: “El desorden en la escena política llegó para quedarse”

Para el decano de la Escuela de Gobierno de la UAI, “el mapa político se ha desdibujado y es mucho más trabado que antes”. Y analiza: “Si la coalición gobernante quiere apostar por un nuevo mandato tiene que hacer una apuesta moderada”.

Por: Rocío Montes | Publicado: Viernes 28 de junio de 2019 a las 04:00 hrs.
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Foto: Julio Castro
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Ignacio Briones (Santiago, 1972), doctor en Economía del Institut d’ Etudes Politiques de París y decano de la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez, asegura que “el espacio para discutir y negociar está más estrecho que antes”. En su oficina en Peñalolén, donde llega diariamente en moto, observa la contingencia nacional y señala: “No hay dos lecturas respecto a que la escena política está mucho más desordenada en comparación con aquello a lo que estábamos acostumbrados”.

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Director de Codelco y columnista de T13 radio, ejemplifica: “Quizás la señal más ilustrativa es que si uno piensa en la reforma tributaria –sobre la que existe bastante consenso en que es necesario avanzar– parece increíble que lo que hayamos celebrado poco tiempo atrás haya sido recién la idea de legislar, después de siete meses de que el proyecto haya entrado en el Congreso. Algo similar ocurre con la previsional y me temo que con otras reformas emblemáticas”.

-¿Le sorprende?

-No debiera ser tan sorpresivo si uno piensa que las reglas del juego político cambiaron sustancialmente, en parte importante por la modificación del sistema binominal. Hay buenas razones para que haya cambiado, pero el binominal forzaba a tener dos grandes coaliciones que estaban obligadas a negociar en permanencia. El binominal ponía incentivos súper fuertes a la disciplina interna –intracoalición e intrapartido– y la razón era simple: cuando alguien quería ser díscolo e irse por fuera, era un cadáver político.

-Ahora los incentivos son distintos…

-Los incentivos son distintos y, por lo tanto, era bastante anticipable que esto iba a cambiar. No es casualidad –es el lado positivo–que a la luz de este cambio hayan emergido una serie de movimientos y partidos nuevos, que vienen a renovar la política, a instalar nuevas voces y actores. Todo eso está muy bien, pero el mapa político se ha desdibujado y es mucho más trabado que antes.

-¿Debemos acostumbrarnos a este desorden?

-Con las nuevas reglas del juego político, lo que nosotros debiéramos internalizar de una vez por todas, es que el desorden en la escena política llegó para quedarse. Está mucho más polarizada, mucho más efectista y más esloganista, precisamente porque eso vende y permite diferenciarse del resto. Es lo que nos va a acompañar.

-¿Cómo ve al oficialismo?

-Con un orden autoimpuesto, no necesariamente dado por los incentivos del sistema electoral. Chile Vamos entendió que si la centroderecha se mantiene unida tiene la capacidad de alcanzar buenos resultados y aspirar a ganar nuevamente la presidencia. Es fundamental mantener la cohesión como bloque, porque si no, la probabilidad de continuar siendo gobierno se va al tacho.

-¿Alivió al gobierno el cambio de gabinete?

-No sé si marca un antes y un después, pero ha permitido al gobierno instalar su agenda. La señal que se ha dado en términos de poner el foco en el crecimiento económico –con una serie de ministerios sectoriales articulándose y coordinándose en pos de esa tarea­–, es bienvenido. El gobierno lo tiene claro y el presidente lo tiene más claro que nadie: esta administración será juzgada en buena parte por la consistencia entre las expectativas económicas que sembró y el desempeño que tenga.

-¿Se complica la sucesión para Chile Vamos si la economía va mal?

-Si los números de crecimiento, de desempleo y sobre todo las expectativas y sensación ambiente son malas, es evidente que al gobierno se le hace tremendamente difícil apostar a un segundo período. Este gobierno no solo va a ser juzgado por ser un buen administrador de la billetera fiscal, sino por dejar sembrada la semilla de reformas estructurales que permitan dar luces respecto del crecimiento potencial y la productividad. Entregar una señal creíble de que hubo un esfuerzo genuino en pos de reformas estructurales pro crecimiento que van a dar sus frutos en una próxima administración, a la que esta coalición va a aspirar. No solo el mercado y los agentes económicos principales lo esperan, sino que también la propia ciudadanía. De alguna manera, el apuntalamiento del equipo económico apunta en esa dirección.

-¿Le llama la atención alguno de los otros cambios?

-El de Desarrollo Social y la entrada de Sichel. Por lo siguiente: en el corazón de la agenda y del programa de este gobierno está el tema de la clase media. Está en el centro del discurso político, es decir, no es un programa más, no es una carretera más, un puente más o un subsidio más. Tiene que ver con la entrega de una serie de beneficios, pero lo que subyace es un mensaje sustantivo, porque habla de una derecha que se despercude de la asociación clásica y le otorga un valor importante a que Chile haya transitado de ser un país pobre a uno de clase media.

Es innovador que la derecha plantee este discurso político y lo haga implementando medidas con herramientas propias de una derecha moderna.

-¿Se equivocó de estrategia el gobierno al planificar el mandato de acuerdo a la agenda legislativa, considerando que era previsible una oposición complicada?

-Veo pocos espacios para alternativas. O sea, entiendo la crítica de aquellos que dicen que hay demasiados proyectos importantes en discusión al mismo tiempo, pero me cuesta imaginar cómo podría haber sido de otra manera. No había dos voces respecto a que era necesario modificar la reforma tributaria, por ejemplo, aunque existan visiones distintas sobre el sentido en que hay que avanzar. Es fundamental que generemos distintos acuerdos nacionales con una mirada a 20 o 30 años plazo en áreas estratégicas para nuestro desarrollo futuro, no solo en lo económico, sino que también en temas sociales.

-La baja de popularidad del gobierno no lo capitaliza la oposición, sino al alcalde Lavín. ¿Cómo se lo explica?

- Lavín, en tanto alcalde, siempre ha tenido un alto reconocimiento; esta no es la primera vez. Lo hace muy bien y tiene un manejo mediático impresionante. Ahora, es verdad que se ha ido moviendo explícitamente para transmitir una señal de moderación. A diferencia del Lavín de los noventa, se hace cargo de temas que no son paradigmáticos de la derecha, como el de la integración social y el respeto por las minorías sexuales. Pero creo que no hay nada muy distinto en Lavín.

-¿Qué le parece el papel de bisagra que juega la DC y los reciebeta acuerdos con el gobierno?

- Es la apuesta que la DC tenía que hacer y para la que hay que tener harto arrojo, convencimiento, liderazgo. Es relevante que la DC juegue ese rol articulador en pos de la búsqueda de acuerdos sobre cuestiones que son fundamentales, con concesiones que están dentro de lo razonable. No es lo que a uno le gustaría en el purismo. Hay quienes plantean, como el mismo José Antonio Kast: “Si no es todo lo que yo quiero de acuerdo a mis principios, nada”. Pero la política no es del todo o nada.

-Sobre el PS, de todo lo que se ha visto, ¿qué es lo que le parece más grave?

-Me parece de una alta gravedad que los máximos dirigentes no sean capaces de ver que el tipo de prácticas que ellos han fomentado y que siguen fomentando en sus elecciones internas, nos alejan a todos los actores políticos de la ciudadanía y aumentan el caldo de cultivo para los populismos.

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Ignacio Briones en la mina Radomiro Tomic en julio del año pasado con el presidente
del directorio de Codelco, Juan Benavides.

"El Codelco que conocimos, se acabó"

-¿Para dónde debe ir Codelco?
-Codelco está enfrentando la mayor transformación de su historia. Chuquicamata, la mina a tajo abierto más grande del mundo, como nos enseñaron en el colegio, está pronta a agitarse. Se terminaron las reservas que duraron décadas. Esto es ilustrativo de una situación más general y que obliga a que Codelco sea hoy día una empresa que se está reinventando por completo. Solo un número, como ejemplo: las inversiones que se tienen proyectadas públicamente entre 2019 y 2029 llegan a los US$ 40 mil millones. Es una cuestión gigantesca.
-¿En qué se utilizarán estas inversiones?
-Déjeme hacer la siguiente analogía. Las minas de Codelco eran como una plantación de árboles que por décadas permitieron cosechar sus frutos. Hoy esos árboles se están secando y estas inversiones lo que buscan es replantar árboles para asegurar cosechas futuras. El proyecto Chuqui subterráneo -una inversión de US$ 5 mil millones, única en el mundo, con un nivel de tecnología impresionante- es un buen reflejo de aquello. Si se acabó la mina a rajo abierto, ahora hay que buscar el cobre a cientos de metros debajo del nivel del rajo, apelando a otra tecnología y a otros montos de inversión. El Codelco que conocimos se acabó y lo que se está haciendo es sembrar el Codelco de hoy día y de mañana, lo implica múltiples desafíos con miras a mantener su capacidad productiva.
-¿Privatizar?
-No es una definición que competa al directorio sino al accionista, que es el Estado de Chile.
-¿Abrir una parte a la bolsa?
-Tampoco es una decisión sobre la cual el directorio deba pronunciarse. Esa discusión, aunque muy legítima y que se ha dado antes en Chile y también tiene referentes afuera, está dentro del ámbito de las definiciones del accionista. Reitero: como director no me corresponde a mí opinar sobre esa materia.
-¿Cómo se ha sentido en una empresa pública?
-Muy bien. Conocía bastante bien a Codelco, desde los números al menos, desde la época en que estuve en el Ministerio de Hacienda, en el primer periodo del presidente Piñera. Pero la verdad es que, en la práctica, ha sido fascinante y muy desafiante en lo profesional. Es una empresa gigantesca donde cada división es un mundo. Son realidades distintas, no solo geográficas, sino sociales y tecnológicas. Me he encontrado con una administración de primer nivel, partiendo por su presidente ejecutivo, Nelson Pizarro. La empresa tiene un elevado nivel de capital humano, con una enorme meritocracia interna. Por último, Codelco tiene un directorio profesional y con foco en el negocio que ojalá pudiera repetirse en otras empresas públicas.
-¿Cree que debe el Estado capitalizar más?
-Se han hecho esfuerzos importantes en los últimos años. Eso es innegable. Con todo, siendo esta una empresa que se maneja con criterios empresariales y que tiene enormes necesidades inversionales en sus proyectos estructurales, siempre es deseable tener un mecanismo de capitalización de largo plazo que no dependa de los vaivenes del ciclo político.

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