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Cartas al Director

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Impactos de un fracaso anunciado


Señor Director:

El proyecto HidroAysén, imaginado por los expertos hace 50 años y destinado a absorber en torno a un tercio de las nuevas necesidades que demandará la zona central para la década de 2020 a 2030, está en el umbral del fracaso. Las plantas de energía renovables no convencionales no pueden cubrir de manera eficiente esa oferta. Y el uso de gas, como una alternativa más sustentable que el carbón, puede significar un 30% más de costo. Durante los próximos 2 o 3 años se efectuarán las licitaciones de suministro a las empresas distribuidoras, que determinarán las tarifas eléctricas para la década siguiente.
Así, el predecible rechazo a HidroAysén -muy celebrado por algunos grupos ambientalistas preocupados por la conservación del paisaje y la naturaleza- contrasta con la preocupación que ha generado entre los expertos por la interrogante que se abre respecto de la menor factibilidad de resolver al menos tres desafíos que enfrenta el país que requieren una mayor oferta de energía limpia a precios más competitivos a nivel internacional. El primero, paradojalmente, son los problemas ambientales que están enfrentando los habitantes de las ciudades del centro- sur del país, afectados por la contaminación atmosférica y especialmente por la contaminación intradomiciliaria que produce el uso de fuentes de energía como la leña, el carbón y combustibles líquidos. En efecto, el 46% del consumo de energía a nivel residencial en Chile es provisto por la leña. Agregando el carbón y parafina se completa un 50%. Una matriz más propia de hace 100 años.
El segundo impacto tiene que ver con la perspectiva de un mayor encarecimiento en los costos de las actividades productivas, como la del sector industrial que ya muestra signos de profundo estancamiento y falta de diversificación productiva, tanto por la paralización de actividades y especialmente por la falta de inversión, en buena medida motivada por los altos precios de la energía.
El tercer desafío es posibilitar una mejor calidad de vida de las familias, cuyo bienestar está crecientemente ligado a la disponibilidad de energía eléctrica. Por su parte, las actividades que demanda la ejecución de buenos procesos educacionales que requieren computadores, equipos de talleres, laboratorios y de experimentación, proyectores, pantallas, impresoras, climatización, cadenas de frío, etc. todas altamente intensivas en uso de electricidad. La disponibilidad de recursos para la educación se verá limitada en la medida que los costos de la electricidad son notoriamente más altos que en otros países.
Al rechazar HidroAysén y no disponer de soluciones alternativas de similar eficiencia, se está dando preferencia a la conservación ambiental de territorios muy despoblados por sobre la calidad del aire que respiran las personas en sus residencias y en sus pueblos y ciudades desde Santiago a Puerto Montt, y se pone en entredicho las posibilidades de dar un nuevo impulso al desarrollo productivo y la calidad de vida de las familias chilenas.

María Isabel Infante
, Consejera Nacional y Tesorera Colegio de Ingenieros de Chile


Reforma educacional


Señor Director:

A fin de cuentas lo que persigue el proyecto de educación es eliminar la posibilidad que emprendedores (remunerados como todo emprendedor) impartan educación a los sectores medios y bajos al quitar la subvención que lo hace factible, dejando a esos niños en la práctica solo con colegios fiscales, contrariando las claras preferencias de los padres y violando la libertad de enseñanza.
Las “fundaciones” e instituciones de beneficencia no podrán reemplazar a los emprendedores en educación como tampoco lo hacen en otras actividades. La consigna sobre el fin del “lucro” repetida sin reflexión por quienes debieran distinguir mejor, niega el derecho a emprender impartiendo educación en un país en que se puede emprender en cualquier materia, configurándose aquí un área “rara” reservada únicamente al Estado, como la policía. Ello, aparte de extraño, es poco sensato dado el déficit educacional en el país, donde no sobra nadie y más bien faltan muchos dispuestos a invertir y esforzarse por la educación.

Juan Ariztía Matte

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