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Calladitos se ven mejor

TOMÁS SÁNCHEZ V. Autor de Public Inc, investigador asociado de Horizontal

Por: TOMÁS SÁNCHEZ V. | Publicado: Jueves 12 de mayo de 2022 a las 04:00 hrs.
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TOMÁS SÁNCHEZ V.

“Mejor que se queden callados”, es lo que se escucha a los pasillos y chats, al preguntar sobre la opinión de la clase empresarial. Al parecer, el desprestigio y la animadversión hacia los grandes empresarios ha generado un consenso de que lo mejor es que no hablen. ¿Sobre qué? Sobre lo que sea. Mejor que pasen piola.

Lo paradojal es que esta no es la opinión de grupos radicales, ni es cancelación, intolerancia o un atentado en contra de la libertad de expresión desde la fanaticada revolucionaria. Es el punto de vista de emprendedores, gerentes, profesionales y personas afines al mundo empresarial, que ven en su mejor interés que los líderes empresariales no se pronuncien. En los cafés de Isidora Goyenechea, no en las tertulias de la Convención, es donde se escucha que “la mejor campaña del Apruebo es que los empresarios llamen a rechazar”.

“En los cafés de Isidora Goyenechea, no en las tertulias de la Convención Constitucional, es donde más se escucha que la mejor campaña del Apruebo es que los empresarios llamen a rechazar. El consenso es que es mejor que pasen piola”.

Algunos podrán decir justamente lo contrario: es la intolerancia de la mayoría la que no les permite plantear sus ideas, y siendo pragmáticos, no les queda otra que callar. Y si bien podría haber una cuota de realidad en esto, no es el asunto de fondo en este caso en particular. El problema que enfrentamos es que la sociedad no percibe que los intereses de los empresarios estén alineados con los del resto de la población, sino justamente lo contrario: piensan que en los directorios solo se discute sobre cómo aumentar las utilidades, en desmedro de trabajadores y comunidades. Tienen en su recuerdo el silencio frente a los casos de colusión, en contraste con el escándalo que se arma cuando se habla de cualquier regulación.

Es catastrófico que jugadores tan claves en el desarrollo del país tengan que guardar silencio y restarse del debate. Todos pierden: empleados, clientes, proveedores, comunidades y empresarios. Es decir, la sociedad en su conjunto. Es hora de que quienes forman parte de este rubro, con el mismo ingenio que han sabido construir empresas, hoy sepan reconstruir su reputación. Es un camino largo, pero que vale la pena. Uno que se forja con más acciones que palabras. Con más consistencia y consecuencia. Uno que con juicio crítico busca las mejores estrategias y herramientas para alinear los intereses privados con los públicos. Porque nuevamente, apelando al pragmatismo propio de los negocios, no queda otra.

Resignarse al silencio puede ser una estrategia apropiada en el corto plazo, pero desastrosa en el largo. Es preparar el terreno para que a la vuelta de la esquina aparezca un populista y cargue contra las empresas de una y otra forma. Es permitir que, frente a cualquier idea en contra del emprendimiento, todos levanten la mano para apoyarla. Es permitir que alcance categoría de verdad la percepción de que las empresas son malas, y los empresarios unos ladrones. Y como dicen por ahí, las verdades no se discuten, y si llega ese minuto, no dará ni para debatir. Existe por delante una batalla cultural esencial en torno a la legitimidad de hacer empresa, y no podemos dejar de darla.

Es hora de que el mundo empresarial, desde emprendedores hasta presidentes de directorios, se comprometan con esta causa: revindicar el que hacer empresarial. Habrá que discutir desde la ética al hacer negocios, hasta cómo atender clientes. Nos obligará a repensar nuestras cadenas de creación de valor y nuestras relaciones con las comunidades. Una tarea que requerirá de consensos estratégicos y trabajo en conjunto. Tendremos que liderar con el ejemplo para demostrar que las empresas son claves para el desarrollo de una mejor sociedad.

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