Clive Crook

La apuesta fallida de Obama por el techo de la deuda

Entre perturbadoras señales de que la recuperación económica estadounidense se ha estancado...

Por: Clive Crook | Publicado: Martes 12 de julio de 2011 a las 05:00 hrs.
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Entre perturbadoras señales de que la recuperación económica estadounidense se ha estancado, el presidente Barack Obama hizo una enorme apuesta en su acercamiento a las conversaciones sobre el techo de la deuda, la semana pasada. Creyendo que tenía un entendimiento con John Boehner, líder de los republicanos en la Cámara de Representantes, declaró que quería una “gran apuesta” de US$ 4.000 millones sobre el presupuesto. Apenas un día después, Boehner dijo que no existía el acuerdo. La tarde del domingo, a punto de retomar las conversaciones en la Casa Blanca, la táctica del presidente pareció fracasar.

La débil economía hace que un avance importante en el presupuesto sea aún más urgente. La tasa de desempleo en EEUU se elevó nuevamente, a 9,2%. En junio la creación neta de empleos casi paró. Incluso si la incertidumbre sobre el panorama fiscal no es la principal razón para el retroceso, ciertamente no está ayudando.

Lo que Obama estaba pensando -y a dónde irán las cosas a partir de aquí- es poco claro. ¿Fue su intervención un engaño táctico, para debilitar a sus oponentes republicanos? ¿Fue una conversión súbita a favor de la consolidación fiscal? ¿Qué esperaba lograr el presidente? 
Lo que sea que haya significado, fue nuevo. Hasta hace poco, las autoridades del Tesoro habían creído que los grandes conflictos fiscales no podrían reducirse con el tiempo corriendo en contra. Después de estar al margen por meses, Obama tomó el acercamiento contrario: nada menos que una “gran apuesta” podría funcionar. Incluso prometió vetar una medida provisoria. Los demócratas liberales estaban asombrados, porque ahorros superiores a US$ 4.000 millones no pueden conseguirse sin cambiar la Seguridad Social y el Medicare, que el partido quiere mantener intactos. Obama estaba ofreciendo estos programas para recortes.

A cambio, demandó avances de los republicanos en el tema de los ingresos. Esto apaciguó a pocos demócratas, por mucho que quieran ver alzas de impuestos como parte de la solución del presupuesto de largo plazo, porque el presidente estaba listo para acordar un ratio de tres dólares de recortes de gasto por cada dólar extra de ingresos.

¿Entonces qué pasó? Los republicanos de la Cámara de Boehner le dicen a su líder que no se conformarán con algo menor que una rendición incondicional. Los modestos incrementos de ingresos previstos por Obama aún son demasiados. El presidente trató de llegar a una solución audaz que podría haberlo hecho quedar bien tanto a él como a Boehner. Los demócratas liberales y, más crucialmente, los republicanos militantes en la Cámara, no estaban recibiendo nada de eso.

¿Podrían los cálculos de Obama haber sido más dudosos que esto? ¿Podría este fracaso haber sido el plan de la Casa Blanca desde siempre? Una teoría sobre este efecto está circulando. Tal vez el presidente decidió que las conversaciones sobre la deuda iban a fallar de todas maneras, y su principal preocupación era asegurarse de que los republicanos fueran culpados cuando sucediera.

Quizá Obama estaba tramando lo que Paul Krugman del New York Times llamó un anti-Corleone: hacerles una oferta que no pudieran aceptar. Esta táctica siempre tuvo una buena opción de triunfar, por la renuencia del Partido Republicano a los impuestos. Había buenas posibilidades de que los republicanos rechazarían incluso un alza modesta en los ingresos, ignorando el recorte de gasto, desafiando incluso a sus propios líderes al hacerlo. Y así lo han hecho. Pero hay una condición, por supuesto, incluso si el plan está funcionando: el costo de culpar del fracaso en elevar el techo de deuda a los republicanos es un fracaso del techo de deuda. Obama sabía que arriesgaba la ira del partido poniendo la reforma sobre la mesa. Al hacerlo, esperaba obligar a los republicanos a suavizar su resistencia a aumentos de impuestos, que también son necesarios. Un acercamiento más balanceado al ajuste fiscal a largo plazo sería posible, y si todo saliera bien, Obama obtendría el crédito.

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