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Desarrollo energético y dogmas

No obstante el verdadero sobre-diagnóstico que se hace del tema energético, tenemos la energía más cara...

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No obstante el verdadero sobre-diagnóstico que se hace del tema energético, tenemos la energía más cara de la región y eso es para dudar de nuestro modelo de un Estado meramente regulador y que sólo participa y no se involucra en la problemática como planificador, menos aún como actor productivo en generación de energía eléctrica, lo cual estaría “fuera del modelo”. Así, a la sombra del dogma, aprovechamos sólo 25% del potencial hidroeléctrico en suelo nacional y vertimos el 85% del caudal de nuestros ríos en el mar.

Mientras sigamos haciendo lo mismo, para el ciudadano “de a pie”, la energía seguirá siendo una especie de problema de privados, quienes al percibir mayor riesgo, lo reflejan en el precio y así sucesivamente.

Por un momento saquémonos el dogal de lo “políticamente correcto”, por provocativo que parezca. Para los países OCDE, la seguridad energética pasa por no temer a la planificación centralizada o contar con empresas o participación estatal en la generación de energía eléctrica; la sabiduría está en la adecuada gobernanza corporativa generando valor, ajena al clientelismo político. Es decir, un Estado puede al mismo tiempo llegar a ser un buen regulador y también un factor productivo o planificador asertivo; de hecho en Chile lo hacemos con la industria del cobre, la banca, la salud, etc. Estos son matices que en el desarrollo energético deben ser explorados y que no deben avergonzar a un digno exponente de los países OCDE, pues el factor clave de este tipo de intervenciones del Estado es la disposición oportuna de una gobernanza corporativa prudente, profesional y transparente.

Tenemos un Estado subsidiario a ultranza, que se limita a regular las decisiones de los privados y no a socorrer este sector. Curiosamente, nuestro Estado no puede intervenir en los temas de desarrollo energético como planificador o factor productivo, pero sí otros Estados lo pueden hacer en nuestro suelo (estatales de energía que operan en Chile). Me asiste el convencimiento que como sociedad estamos prisioneros de nuestro propio dogma al respecto, y no nos atrevemos a salir de lo “políticamente correcto” sin darnos cuenta que en épocas de crisis es más inteligente hacer lo “moralmente correcto”.

Creo en la empresa privada y la economía social de mercado y lo que reflexionó Lamarck respecto de la evolución de organismos de creciente complejidad para adaptarse a los cambios, pero creo más en un país que reconoce las oportunidades de mejorar para todos sus ciudadanos - sin distinción - de la mano de políticas de Estado eficaces, a partir de lecciones aprendidas oportunamente, aunque ello signifique reinventarse.

¿Seremos capaces de hacerlo al precio justo con la energía eléctrica, adaptándonos al cambio climático y confiando en aquella inescrutable mano invisible del mercado? Me van a disculpar, pero hasta ahora no somos capaces de evidenciarlo como sociedad y el único camino que nos queda es poner en juego una política de Estado inteligente y consensuada en materia de hidroelectricidad y energía que aún no conocemos y sí disfrutan canadienses, norteamericanos, brasileros, alemanes, ingleses, neozelandeses, italianos, etc.

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