El 2 de abril de este año, el mundo fue sorprendido por el anuncio de aranceles generalizados de EEUU, con tasas de hasta 50%. Al poco andar, la incertidumbre respecto del desarrollo de este conflicto se sumó a las preocupaciones por una eventual recesión en ese país con impactos globales. Sin embargo, al acercarse el cierre del año, vemos que la repercusión de este conflicto ha sido menor a la prevista. Las proyecciones de crecimiento mundial indican que, pese a la elevada incertidumbre geopolítica y comercial, el mundo mantendrá una expansión levemente sobre 3% en 2025 y 2026.
Que la situación internacional luzca mejor es una buena noticia para nuestra economía. Chile ha sido relativamente menos afectado por los aranceles estadounidenses y la economía hoy tiene los mejores términos de intercambio en al menos 12 años. El cobre hace pocos días alcanzó US$ 5 la libra en Londres. Pero no podemos confiarnos. El balance de riesgos en el escenario internacional sigue sesgado a la baja. La posibilidad de un ajuste en los precios de las acciones tecnológicas, un rebrote de la inflación en EE UU o un agravamiento de los conflictos geopolíticos y comerciales son parte de las amenazas externas. La guerra comercial no ha terminado y la OMC pronostica una fuerte desaceleración del comercio global en 2026.
“Tras dos años de caída, en 2025 y 2026 la inversión volverá a crecer. Otro cambio incipiente es una mejora en las expectativas de los agentes”.
En el ámbito interno, las proyecciones muestran que después de dos períodos de caída, este año y el próximo la inversión volverá a crecer, liderada por minería. Otro cambio que se está produciendo de manera incipiente es una mejora en las expectativas de los agentes, una condición necesaria para un repunte sostenido de la demanda. En septiembre, la percepción de la situación económica del país en 12 meses (IPEC) llegó a su mayor nivel desde febrero de 2019 y después de 78 meses volvió a superar el umbral que separa el pesimismo del optimismo.
El crédito también ha vuelto a crecer. En septiembre las colocaciones registraron su mayor incremento real en 24 meses lideradas por los créditos comerciales. También están creciendo las colocaciones de consumo y se está produciendo un incipiente aumento de la demanda por créditos hipotecarios. En este reimpulso del crédito incide la mayor confianza de los agentes junto con una política monetaria que ha completado buena parte de su proceso de normalización. El próximo año la TPM debería estar en su nivel neutral cuando la inflación finalmente converja a la meta de 3%.
Existen buenos argumentos para pensar que el desempeño de la economía chilena el próximo año puede ser mejor de lo que pronostica el consenso. A esto se suma el cambio de gobierno, con propuestas que en diversas candidaturas apuntan a reimpulsar el crecimiento y a reducir la inseguridad que actúa como un impuesto para el emprendimiento y es un lastre para la creación de empleos. Sin embargo, esto no debe hacernos perder de vista que el objetivo debe ser lograr una mejora permanente (y no solo por un año) de la capacidad de crecimiento de la economía.
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