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El litio en llamas

Si bien no se conocen propiedades de combustión para el litio...

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Si bien no se conocen propiedades de combustión para el litio, la decisión del gobierno de impulsar la licitación de cuotas para explotarlo mediante Contratos Especiales de Operación del Litio (CEOL) ha encendido una hoguera política en nuestro país. Mientras el gobierno defiende la licitación como un avance para explotar una riqueza nacional desaprovechada, la oposición estudia la posibilidad de recurrir al Tribunal Constitucional al considerar que la vía administrativa utilizada por el gobierno es inadecuada.



En medio de esta hoguera se encuentra el litio, cuyo papel cada vez es más fundamental en el mercado del almacenamiento de la energía, donde parece tener ventaja sobre otros materiales. Y esto quiere decir que se ha convertido en un material de gran importancia para industrias como la automotriz, donde el auto eléctrico será un estándar en la locomoción del futuro, y para las boyantes industrias de la informática y telefonía celular, cuya demanda de almacenamiento de energía crece constantemente. Es en Chile donde están las mejores reservas de litio, cuyo vínculo con el uso nuclear le otorgó a este mineral un carácter estratégico en los años 80 -lo que ha impedido su explotación, salvo excepciones-, y que hoy vuelve a valorizarse por su crucial rol en el almacenamiento de la energía.

El intenso debate político y la forma en que se ha conducido el proceso nos han llevado a un falso dilema de privatización o nacionalización, así como también a reducir las opciones que tiene el país para aprovechar la coyuntura que se le presenta.

En rigor no corresponde rasgar vestiduras por la privatización cuando el mejor salar del mundo (el salar de Atacama) ha venido siendo explotado por dos empresas privadas desde hace décadas a través de contratos firmados por el Estado de Chile a través del dueño de las pertenencias, Corfo. El primer contrato fue firmado en el gobierno militar y el segundo al inicio de los gobiernos de la Concertación.

Poco se dice de estos contratos en el debate actual, pese a expirar en pocos años y que, por ende, urge revisar. ¿Qué hará el Estado frente a este valioso activo, mucho más importante que todos los otros salares que no se explotan y que son el sujeto de los CEOL?, ¿favorecerá la prórroga de los actuales dueños o permitirá que los nuevos actores accedan al recurso premium para generar más competencia?, ¿establecerá requisitos de cuotas que impidan que el manejo de la cantidad explotada de este recurso de primerísima calidad genere influencia en el precio del recurso como herramienta competitiva frente a potenciales competidores?
Otro aspecto en que parece haber consenso es en que empresas del Estado como Codelco, participen de la explotación del litio. Codelco es propietario de pertenencias que no están sujetas a las restricciones legales derivadas de la condición de estratégico, y por ende puede, y siempre ha podido, explotar sus pertenencias. Codelco podría perfectamente establecer joint ventures aportando las pertenencias, mientras un socio calificado aporte el capital, la tecnología y el management para crear una nueva área de negocio que no distraiga recursos del foco principal de Codelco, que es el cobre. Este nuevo vehículo de inversión podría competir por recursos de litio, pero una cosa distinta sería garantizarle acceso a todos los recursos de litio en Chile, como parece proponerse.

Otro aspecto poco desarrollado es la posibilidad de que el litio sea un motor de desarrollo tecnológico en el país. Buena parte de los cuestionamientos de la oposición se derivan de la aparente insuficiencia que los CEOL otorgan a este aspecto. El Estado tiene la sartén por el mango en estas licitaciones y por ende debe explicitar que en los requisitos de las licitaciones se considere el aporte tecnológico que se generará. Aspirar a producir baterías en Chile inmediatamente es una quimera, pero sí existe un gran espacio para generar desarrollo tecnológico y producción con mayor valor agregado en el país a través de este mecanismo.

Es cierto que varias empresas internacionales están firmando contratos para explotar el litio en países distintos de Chile, como Argentina o Bolivia, pero también es cierto que muchas de ellas preferirían invertir en nuestro país por nuestra mayor estabilidad política y mejor calidad en las reservas de litio. Por ello es fundamental abrir nuevos caminos en la explotación del litio, que permitan aprovechar las ventajas y oportunidades que tiene el país respecto de sus competidores. Los CEOL son una iniciativa que apunta en esa dirección y que si es capaz de complementarse con los otros caminos mencionados en el marco de un consenso político, que ahora mismo no existe, procuraría las bases para una gran industria.

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