Matko Koljatic

Antídotos

Por: Matko Koljatic | Publicado: Martes 13 de enero de 2015 a las 05:00 hrs.
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¿Es la actividad empresarial de por sí delictiva? Por cierto que no. Pero si nos dejamos llevar por los titulares de la prensa de las últimas semanas, podríamos llegar a la conclusión que la respuesta es afirmativa. Aunque la gran mayoría de los hechos que hemos conocido -fraudes, uso de información privilegiada, soborno y cohecho- deben ser calificados como presuntos delitos por ahora, a medida que se conoce más información es cada vez más difícil confiar en la inocencia de los imputados, entre los que se cuentan conocidos empresarios, corredores de bolsa, directores y gerentes.

Muchos de ellos son egresados de colegios secundarios con una reconocida impronta formativa y de instituciones de educación superior –como la universidad en que trabajo– en que nos preciamos de la formación que les damos a nuestros alumnos. ¿Cómo es posible que hayamos fallado tanto en lo que enseñamos? ¿Qué está pasando?

No son preguntas fáciles de responder. Hay quienes que, como Andrés Sanfuentes, la semana pasada en estas mismas páginas atribuyen lo que estamos viendo al "pensamiento neoliberal imperante en la sociedad chilena". No me parece. Hemos visto hechos parecidos en otras situaciones -como los casos MOP GATE o CNA- en que los implicados eran personas ideológicamente muy distantes del neoliberalismo. Más bien, me inclino a buscar otra explicación.

Mi diagnóstico es que lo que estamos viendo son delitos motivados por la codicia, un pecado que existe desde tiempos inmemoriales (recordemos que Judas traicionó a Jesús por treinta monedas), en un contexto distinto.

La evolución de la economía le da nuevos rostros a la codicia. A modo de ilustración, pensemos que en un país en que no hay un mercado de capitales desarrollado, digamos Guatemala o Bolivia, no existe el uso de información privilegiada como delito, porque no hay información privilegiada. Una economía más desarrollada genera delitos más sofisticados.

Ahora bien, tener el diagnóstico correcto es siempre el primer paso para corregir una enfermedad. ¿Cuál puede ser el antídoto que hay que usar para extirpar este mal?

Sin lugar a dudas, elevar los estándares de conducta que nos gobiernan en los negocios. En ello, es crucial lo que pensamos y sentimos.

Por lo tanto, aprovechemos esta oportunidad para conversar –con nuestras hijas e hijos, hermanas y hermanos, amigas y amigos, alumnas y alumnos, subordinadas y subordinados, jefas y jefes- no sobre la anécdota delictual, sino que sobre los principios que deben gobernar nuestras prácticas, de modo que desarrollemos nuestro discernimiento ético. Aprendamos a distinguir cuáles conductas son correctas y cuáles incorrectas. Finalmente, tomemos conciencia que no se saca nada con cumplir altos estándares éticos el 99% de las veces; hay que ser honesto al 100%. Desgraciadamente, tener una brújula te guía, pero no te lleva.

Todo lo anterior tiene que ver con las motivaciones intrínsecas, pero también hay que trabajar las causas extrínsecas de las conductas en los negocios. Nuestras leyes, reglamentos y códigos de ética empresariales tienen que estar al día -reconociendo las nuevas formas de criminalidad- distinguiendo eso sí, lo que es delictual, de lo que no lo es. No es delito financiar políticos o a la política, como se da a entender en la cobertura noticiosa de estos días. Sí es ilegal triangular boletas de honorarios o simular transacciones bursátiles. En este escenario, se espera de las autoridades –entre ellas el SII– que apliquen la ley en forma pareja. Recuérdese que en el caso de los "sobresueldos" el SII dictaminó que esas rentas no eran tributables. Es como si triangular boletas de honorarios no fuera evasión.

Además, las penas tienen que ser drásticas. Madoff está en la cárcel y no saldrá de ahí por largo tiempo. A fin de cuentas, las penas duras han sido siempre la forma de señalizar los delitos considerados graves y corregir conductas criminales.

Finalmente, la condena social tiene que ser dura. Llamemos las cosas por su nombre. Los delitos de "cuello y corbata" son delitos y quienes los cometen, delincuentes.

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