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Mirar más allá

Jaime Iglesis Director ejecutivo PatagonLand Investment

Por: Jaime Iglesis | Publicado: Martes 26 de abril de 2016 a las 04:00 hrs.
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El sector inmobiliario protagonizó la actividad económica el 2015. De eso no hay duda. El anuncio de que las propiedades nuevas se gravaría con el IVA a partir de este año fue demasiado poderoso para impulsar las ventas en el corto plazo, alcanzándose facturaciones históricas de más de 65 millones de UF solo en el último trimestre de 2015. De hecho, las compañías inmobiliarias abiertas en bolsa reconocieron ventas muy superiores a las de años anteriores. Sin embargo, en los últimos meses, la noticia del creciente aumento en los desistimientos de las personas en sus compras de casas y departamentos ha empezado a oscurecer el horizonte. El primer trimestre registró una disminucion del 46% en las unidades vendidas respecto al trimestre anterior. La economía sigue deprimida y los bancos están más estrictos, pasando de financiamientos del 90% al 80%. La incertidumbre se instaló entre nosotros y, por lo mismo, a las personas no les está siendo fácil cumplir con sus compromisos inmobiliarios, y se estima que los desistimientos podrian duplicarse este periodo.

La pregunta evidente frente a este escenario es lógica: ¿qué sucederá de aquí en más? La respuesta, para quienes vivimos de esto, también es una sola: seguir proyectando nuevas inversiones. Es verdad que en una economía deprimida el sector construcción es uno de los primeros en resentirse. La concreción de los proyectos se empieza a frenar y, por consiguiente, la intensiva demanda en mano de obra, también. Sin embargo, las necesidades inmobiliarias continúan y las empresas tenemos que estar atentas a estas nuevas necesidades. Viviendas, loteos, oficinas, bodegas, centros comerciales, obras de infraestructura. La lista de obras por proyectar no se frena. Su ubicación geográfica tampoco. Hay necesidades en la capital, pero también en regiones.

Detectar esta necesidad, crear un proyecto afín, conseguir el financiamiento y levantar la obra es un proceso que, en promedio, y dependiendo de las proporciones, toma entre dos y tres años. Es por este motivo que las compañías inmobiliarias no pueden frenar cuando las cosas no van tan bien. Pueden cambiar el orden de las prioridades, ciertamente. Sin embargo, las buenas apuestas y las buenas oportunidades se consiguen en estos instantes. Estamos con los ojos puestos en cuáles serán las necesidades de los próximos tres, cinco, diez años. La vivienda seguirá siendo un ítem en crecimiento. La capital seguirá densificándose, la escasez de terreno será una constante y las regiones requerirán de mejor infraestructura y servicios. La coyuntura es inquietante, pero el engranaje no se detiene nunca.

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