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No hay que temer a los eurobonos

Tal vez la hora de los eurobonos ya esté cerca. Lo que en otros tiempos parecía un remedio de charlatanes para...

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Tal vez la hora de los eurobonos ya esté cerca. Lo que en otros tiempos parecía un remedio de charlatanes para resolver la crisis financiera de Europa, hoy es la única forma confiable de salvar al euro. Que el Banco Central Europeo comprara los bonos de Grecia, Irlanda y Portugal no salvó a estos países. Tampoco salvará a España e Italia.



Pero España e Italia son demasiado grandes para ser rescatados. El nuevo Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) no está a la altura de la tarea. Y para llevar el FEEF a un tamaño adecuado sería necesario un enorme endeudamiento adicional de Francia, lo que bien podría colocar a este país en la mira de un ataque especulativo.

Aquí es donde entran en juego los eurobonos. Los cinco países que están en dificultades necesitarán colocar nuevos títulos de deuda por miles de millones de euros, y renegociar los vencimientos de deudas anteriores en montos aún mayores. Hace ya mucho que los mercados dejaron de comprar bonos emitidos por Grecia, Irlanda y Portugal, y es posible que pronto se abstengan también de adquirir títulos de Italia y España. Pero los mercados estarían muy dispuestos a hartarse de bonos respaldados por toda la confianza y el crédito de la eurozona.

La emisión de eurobonos reduciría el costo crediticio para los dos grandes estados miembros de la Unión Europea que atraviesan dificultades. Y les ahorraría a los alemanes y otros contribuyentes de los países solventes del norte de la UE el tener que financiar otro rescate de un estado miembro meridional.

El debate en torno de la conveniencia de introducir los eurobonos se centró en cuáles serían los límites de emisión adecuados. Sin límites, los países pródigos podrían permitirse una orgía de gastos a costa de los países más frugales. Después de la llegada del euro, los miembros de la eurozona vecinos del Mediterráneo disfrutaron de un auge crediticio, aprovechándose de las bajas tasas de interés de Alemania. Es comprensible la reticencia a permitir que eso vuelva a suceder.

Pero en la discusión sobre si el límite debería ser del 60% del PIB o más, se olvida un detalle mayor. Diecinueve años de experiencia con el Tratado de Maastricht han dejado suficientemente claro que es imposible hacer valer esos límites. Los países que tengan suficiente peso político para burlarlos lo harán cada vez que les resulte políticamente conveniente. Y si una crisis de deuda se aproxima, se encontrarán excepciones, se dictarán exenciones y se identificará inversionistas dispuestos a comprar más títulos.

De modo que la pregunta no es qué hacer cuando el nivel de deuda se aproxime al límite previsto (sea éste alto o bajo). La pregunta es cómo impedir en primer lugar que el endeudamiento se aproxime a ese límite, a no ser en circunstancias muy inusitadas y extremas. Y para eso, se necesitan reglas fiscales.

Una regla fiscal es cualquier mecanismo preestablecido cuya función es restringir el gasto o el déficit. Según un estudio del Fondo Monetario Internacional, en todo el mundo hay 80 países que se guían por algún tipo de regla fiscal.

Pero las reglas fiscales no son todas iguales. Si una regla es demasiado laxa, se convierte en letra muerta; pero si es demasiado estricta (por ejemplo, imponer el equilibrio presupuestario mediante una enmienda constitucional), puede crear problemas en vez de resolverlos: basta pensr en el caos económico y político que supondría obligar a España (con su nivel de desempleo del 21%) a eliminar su enorme déficit fiscal de un día para otro.

Aunque Suecia y Chile están casi en las antípodas geográficas, ambos países han empleado con éxito reglas fiscales sofisticadas. Chile sigue una meta de balance fiscal estructural (es decir, ajustado por las desviaciones de los precios de los commodities y el producto interno respecto de sus respectivas tendencias).

Durante el auge de precios de los commodities de mediados de la década pasada, la regla fiscal implicó grandes superávits fiscales, que le permitieron a Chile repagar casi toda su deuda pública y acumular un cuantioso fondo para contingencias). Cuando llegó la crisis financiera, Chile pudo poner en marcha un decidido programa de estímulo fiscal sin experimentar sobresaltos en los mercados financieros.

Por supuesto, ninguna regla fiscal puede prever cualquier eventualidad. Por eso se necesita un consejo fiscal independiente que la administre, tal como para seguir una regla monetaria con metas de inflación se necesita un banco central independiente. Llegar a un acuerdo sobre la composición de dicho consejo para Europa no será fácil, pero no tiene por qué ser tanto más difícil que el acuerdo alcanzado hace años acerca de la integración de la junta ejecutiva del BCE.

Eurobonos más reglas fiscales: esta fórmula es la mejor esperanza de salvación para el euro. Pero por desgracia, tal vez tengan que pasar una o dos crisis más antes de que los líderes europeos la consideren seriamente.



Copyright: Project Syndicate, 2011.

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