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Columnistas

¿Qué está frenando a la economía mundial?

Por: Equipo DF

Publicado: Lunes 15 de febrero de 2016 a las 04:00 hrs.

Joseph E. Stiglitz, Premio Nobel de economía

Hamid Rashid, jefe de kla Unidad de Monitoreo Económico Global en el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales ONU

 

Siete años después de que el 2008 entre en erupción la crisis financiera mundial, la economía del mundo continuó dando traspiés durante el año 2015. Según el informe de las Naciones Unidas titulado Situación y Perspectivas de la Economía Mundial 2016, la tasa promedio de crecimiento en los países desarrollados ha disminuido en más del 54% desde la crisis. Se estima que cerca de 44 millones de personas están desempleadas en los países desarrollados, aproximadamente 12 millones más que en el año 2007, mientras que la inflación ha alcanzado su nivel más bajo desde la crisis.

Aún de mayor preocupación es el hecho de que las tasas de crecimiento de los países avanzados, también, se han tornado en más volátiles. Esto es sorprendente, ya que, en su posición de economías desarrolladas con cuentas de capital totalmente abiertas, estas economías deberían haberse beneficiado de la libre circulación del capital y de la distribución internacional del riesgo – y, por lo tanto, se debería experimentar poca volatilidad macroeconómica. Además, las transferencias sociales, incluyendo las prestaciones por desempleo, deberían haber permitido que los hogares estabilicen sus niveles de consumo. Sin embargo, las políticas dominantes durante el período posterior a la crisis –el ajuste fiscal y la flexibilización cuantitativa (QE), políticas implementadas por los principales bancos centrales– han ofrecido poco apoyo para estimular el consumo de los hogares, la inversión y el crecimiento. Por el contrario, han tendido a empeorar las cosas.

En EEUU, la flexibilización cuantitativa no impulsó el consumo y la inversión porque, en parte, la mayor parte de la liquidez adicional regresó a las arcas de los bancos centrales, en forma de excesos de reservas. La Ley de flexibilización regulatoria de los servicios financieros de 2006 autorizó que la Reserva Federal page intereses sobre las reservas obligatorias y sobre las reservas en exceso, socavando, de esta manera, el objetivo clave de la QE.

Si bien las tasas de interés extremadamente bajas produjeron pocos beneficios para los países desarrollados, dichas tasas impusieron costos significativos a las economías de los mercados en desarrollo y emergentes. Una consecuencia no intencionada, pero no inesperada, de la flexibilización monetaria ha sido los fuertes aumentos en los flujos de capital transfronterizos. El total de entradas de capital a los países en desarrollo aumentó desde alrededor de US$20 mil millones en el año 2008 a más de US$600 mil millones en el 2010.

En dicho momento, muchos mercados emergentes tuvieron dificultades para manejar el aumento repentino de flujos de capital. Muy poco de ese flujo se dirigió a la inversión fija. De hecho, el crecimiento de la inversión en los países en desarrollo se redujo significativamente durante el período posterior a la crisis. En este año se espera que los países en desarrollo, en su conjunto, registren su primera salida neta de capital desde el año 2006 – misma que se prevé que alcance un total de $615 mil millones.

Ni la política monetaria, ni el sector financiero, están haciendo lo que tiene que hacer. Parece ser que la inundación de liquidez se ha dirigido de manera desproporcionada hacia crear riqueza financiera e inflar burbujas de activos, en lugar de ir a fortalecer la economía real. A pesar de las fuertes caídas de los precios de las acciones, la capitalización de mercado como porcentaje del PIB mundial sigue siendo alta. El riesgo de una nueva crisis financiera no puede ser ignorado.

Hay otras políticas que mantienen la promesa de restaurar el crecimiento sostenible e integrador. Estas políticas comienzan con la reinvención de reglas para la economía de mercado con el propósito de garantizar una mayor igualdad, más pensamiento a largo plazo y la aplicación de controles al mercado financiero mediante una regulación eficaz y estructuras de incentivos que sean apropiadas.

Pero también se necesitará un gran aumento de la inversión pública en infraestructura, educación y tecnología. Estos incrementos tendrán que ser financiados, al menos en parte, por la imposición de impuestos ambientales, incluyendo impuestos al carbono y al monopolio, así como impuestos a otras rentas, mismas que se han tornado en omnipresentes en la economía de mercado – y que contribuyen enormemente a la desigualdad y al crecimiento lento.

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