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Rolf Lüders: Un líder admirable

Economista

Por: Rolf Lüders | Publicado: Miércoles 20 de abril de 2016 a las 04:00 hrs.
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Patricio Aywin ha sido, sin duda, unos de los grandes estadistas chilenos. En los momentos oportunos supo mantenerse por encima de las divisiones partidarias y/o sectoriales en búsqueda del bien común. Con un excepcional sentido de la autoridad asumió para ello, en diversas etapas de su vida, las responsabilidades correspondientes.

Su rol resultó ser clave en ocasiones decisivas de nuestra historia contemporánea. Cabe destacar especialmente su activa participación en la búsqueda de una solución negociada al conflicto político suscitado entre el gobierno de la Unidad Popular y la oposición. Dicha disputa, a pesar de los esfuerzos de Patricio Aylwin y como es sabido, culminó con el pronunciamiento militar de septiembre de 1973. En respuesta a una consulta que se le hiciera en agosto de 1973, Aylwin no dudó en manifestar que, obligado a optar entre una dictadura marxista y una de los militares chilenos, lo haría a favor de la última. Así de claro, sin que ello implique menoscabar en absoluto sus impecables credenciales democráticas.

Habiendo asumido la Presidencia de la República en 1990 como el primer mandatario después del régimen militar liderado por Augusto Pinochet, optó por mantener y perfeccionar –bajo el lema de Crecimiento con Equidad- las bases de la economía heredada.

Esta decisión fue la extensión lógica de un proceso político relativamente largo en que Patricio Aylwin participó activamente y en que Edgardo Boeninger, luego su secretario general de la Presidencia, jugó un rol crucial. Hubo que generar una amplia coalición, a la que se sumaran grupos de un espectro relativamente vasto, incluyendo algunos de derecha, que permitiera eventualmente ganar las elecciones nacionales a partir de 1988. En este proceso, entre otras cosas, Aylwin impulsó el Acuerdo Nacional para la Transición a la Democracia y fue el vocero de la Concertación de Partidos por la Democracia.

Fue un período -el de los años 1980 y gran parte de los '90- en que la así llamada política de los consensos se dio naturalmente, por las características de las instituciones existentes y quizás también por las preferencias de Aylwin y sus colaboradores. En materia económica, estos últimos, liderados por Alejandro Foxley, luego ministro de Hacienda del presidente Aylwin, fueron muy críticos de algunos aspectos específicos de las políticas económico-sociales adoptadas bajo el régimen militar. Pero tampoco deseaban volver a la economía cerrada, fiscal y monetariamente irresponsable, además de distorsionada, de los años 1950 y 1960, y muchos menos a la economía centralizada de la época de la Unidad popular.

Es en este ambiente -que incluyó la caída del Muro de Berlín, un acontecimiento no menor en este contexto- y a pesar de que Aylwin consideraba que la economía de mercado existente era cruel, optó por darle la ya mencionada continuidad al proyecto, iniciado a mediados de los años 1970, de transformación de la economía chilena. Tal decisión fue trascendental. Es la que -junto con los valiosos esfuerzos del gobierno por ir consolidando la incipiente democracia- permitió generar las confianzas necesarias entre los agentes económicos para convertir una economía ya exitosa, en el llamado milagro económico chileno.

Es por motivos como estos que, con la partida de Patricio Aylwin, Chile pierde a un líder admirable, que en momentos decisivos creció para, con coraje, habilidad y sabiduría política, y por sobre pequeños intereses partidarios, orientar al país por la senda del desarrollo inclusivo.

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