Selectividad y calidad: ¿directamente proporcionales?
Respecto al proceso de selección de las universidades del CRUCh al que adscribieron ocho universidades privadas, pese al rigor que este proceso tiene...
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Respecto al proceso de selección de las universidades del CRUCh al que adscribieron ocho universidades privadas, pese al rigor que este proceso tiene, no se puede olvidar que está basado principalmente en una prueba que reproduce las inequidades del sistema de educación, el que deja a un alto porcentaje de alumnos que egresan de la educación media fuera de la educación superior simplemente por el tipo de establecimiento de procedencia.
Un conjunto de universidades e Institutos Profesionales ha orientado su quehacer precisamente a este grupo de alumnos, produciendo algunos resultados que son muy poco conocidos a pesar de ser públicos.
Si se analiza con detención se podrá comprobar que, como muestra Patricio Meller en su libro “Carreras Universitarias”, la diferencia de ingresos se da principalmente entre carreras y no entre universidades.
Es así como los ingresos económicos promedio mensual al 4to. año de titulados en Ing. Civil Industrial son: $ 1.875.000 para la U. de Chile; $ 1.375.000 para la UDP y el mismo $ 1.375.000 para UDLA.
En Ing. Civil en Computación las cifras son: $ 1.375.000 para la U. de Chile, la UDP no registra información y $ 1.375.000 para UDLA. (Fuente: MiFuturo.cl)
Cuando se tiende a identificar calidad con selectividad se comete un error enorme que sólo contribuye a mantener las inequidades que se dice tener como objetivo solucionar. Es así como la PUC en carreras como Ing. Civil y Comercial “selecciona” más del 80% de sus alumnos entre aquellos que provienen de colegios particulares pagados, la U. de Chile más del 55% y la U. de los Andes más del 95%.
Sólo hay dos grupos de universidades que captan mayoritariamente más del 90% de sus alumnos desde la educación subvencionada. Ellas son las universidades regionales y las universidades “no selectivas” como UDLA.
La gracia de estas últimas es que los indicadores oficiales muestran que sus egresados se transforman en profesionales plenamente valorados en el mercado, no existiendo brechas notables con los provenientes de las “selectivas”.
Es tiempo que empecemos a definir calidad en un sistema educacional por el valor agregado que el sistema produce y no por la “selectividad”, que hacen que se reproduzcan endógenamente las condiciones inherentes del sistema.