En menos de 48 horas, los aranceles que Estados Unidos cobraría a países vecinos como Canadá para los envíos de acero y aluminio subieron de 25% a 50% para luego retroceder a la cifra inicial, todo en medio de declaraciones altisonantes en el marco de la guerra comercial declarada por la administración de Donald Trump, que ha hecho de esta herramienta su forma de relacionarse con otras economías.
Los resultados de este estado de ánimo se han reflejado en que en el último mes el mercado de valores norteamericano cayera un 7%, con casos notorios como el que afecta por estos días a Tesla, con una baja estrepitosa en su valor, ligado muy probablemente al rol de Elon Musk como cercano asesor de Trump. Asimismo, el índice de incertidumbre en la política económica estadounidense ha aumentado 40% en el último mes, una señal temida como la antesala de una posible recesión que el mandatario norteamericano ha intentado morigerar en las últimas horas.
La guerra de aranceles declarada contra China, Canadá, la Unión Europea y México en sectores como minerales, automóviles, chips y medicamentos, se ha traducido en comportamientos erráticos en el mercado de valores mundial y, sobre todo, en serias amenazas a alzas de precios también a nivel global. Como represalia, Ottawa ha anunciado que desde hoy impondrá a EEUU gravámenes por US$ 21 mil millones, mientras que la UE contraatacó con medidas por 26 mil millones de euros contra importaciones emblemáticas del american way of life, como el bourbon, los jeans Levi’s y las motocicletas Harley-Davidson.
Todo esto no trae más que incertidumbre, uno de los escenarios que más contribuyen a la caída en la inversión y, por consiguiente, en el crecimiento. En palabras de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, los gravámenes son “perjudiciales para las empresas y aún más para los consumidores, interrumpen la cadena de suministro, generan incertidumbre, afectan al empleo y los precios suben”.
Ante el actual deterioro de las condiciones de mercado, en Chile pareciera que se está mirando este cuadro como si no fuera a afectar de manera relevante a nuestra economía. Y algo de esto adelantaron ayer los economistas Óscar Landerretche e Ignacio Briones: mientras el primero llamó la atención sobre la liviandad de un cierto ánimo de “no se preocupen muchachos, habrá un poco de inestabilidad, pero será por un futuro mejor”, el segundo advirtió que la guerra comercial le restará, al menos, medio punto a la expansión del PIB de este año, lo que no deja de ser preocupante en un escenario en que las proyecciones de crecimiento bordean un magro 2,5%.
En este panorama -y aunque ha habido ciertos análisis del mundo privado y el aparato estatal-, se extraña una convocatoria del Gobierno a un debate nacional, abierto y transversal acerca de cómo responder a estas amenazas y qué medidas se implementarán en caso de recrudecer el deterioro en el intercambio comercial. Las señales muestran que Chile enfrentará un entorno complejo y la experiencia nos ha enseñado que el país no es inmune a escenarios como este.