Reforma laboral
Señor Director:
Sin ánimo de hacer una crítica destemplada, quisiera comentar algunos de los dichos de nuestra ministra del Trabajo relacionado con la reforma laboral en curso, y que fueron publicados en este mismo diario (en el sitio DF.CL).
Primero, la ministra dice que "países con mayor sindicalización tienen mejor distribución". Acá es necesario saber dos cosas: (i) ¿En qué estudios se basa la ministra? y (ii) si ella entiende que a veces la mera asociación entre dos cosas no implica una relación causal. Además tampoco una mejor distribución de los recursos, en un sentido más equitativo, es necesariamente justo desde el punto de vista de la creación de la riqueza.
Segundo, la ministra pregunta si es malo un encarecimiento del trabajo, argumentando que –según el texto que leí en el diario–, con mayores ingresos la gente consume más, lo que supone un positivo efecto sobre la economía. La respuesta a la pregunta de la ministra es evidente, SÍ es malo un encarecimiento del trabajo. Entre otras cosas el efecto sustitución afectará negativamente a la contratación del factor (pasados los efecto de corto plazo, cuando la sustitución sea difícil). Respecto del argumento de la ministra este parece muy malo, ya que confunde ingresos en dinero con riqueza. Lo positivo para la economía no es que haya más dinero dando vuelta, sino que exista mayor generación de riqueza. El dinero es un medio de intercambio pero en sí mismo no va a elevar la producción.
Entonces, lo que realmente se necesita es que el mercado laboral sea más flexible y los trabajadores más productivos, eso sí hará que la economía mejore para todos. La reforma que se está impulsando no ayudará a ello, y maquillar los resultados de la forma en que se hace –con intención o no, o desconocimiento–, no contribuirá a que se genere más riqueza, sino todo lo contrario.
Félix Berríos Theoduloz, Magíster Economía, PUC
Distribución de riqueza
Señor Director:
Diario Financiero ha informado respecto de la demanda de Patricio Contesse en contra de Soquimich por concepto de indemnización. Coincidentemente, el INE ha dado a conocer en estos días que el sueldo promedio de los chilenos es de $ 473 mil pesos mensuales. El del mencionado ejecutivo era de
$ 52,7 millones. La demanda no llamaría la atención si no fuera por su monto: $3.920 millones. Así, los chilenos requerirían trabajar casi 700 años para llegar a obtener el monto de la indemnización que se reclama.
En momentos en que la desconfianza ciudadana hacia los empresarios es negativa, hay que ser extremadamente cuidadoso con las señales que se dan. Los chilenos debieran estar agradecidos de la contribución de los empresarios al desarrollo del país y nuestros gobiernos debieran promover un ambiente donde la iniciativa privada pueda desplegar su máxima creatividad en libertad y en un marco de competitividad.
Pero eso no está ocurriendo debido a que casos como los que comentamos, dejan la sensación de abuso y de aprovechamiento. Si una empresa es capaz de producir sueldos tan desproporcionados en relación con los más bajos, algo dice que la pega no se está haciendo bien.
No hay duda que la empresa bajo la administración del señalado ejecutivo creció en valor, pero también este valor adicional se le reconoció entregándole un sueldo extraordinariamente elevado.
En Estados Unidos se acaba de aprobar una legislación que obliga a las empresas tener un indicador que señale la proporción del sueldo más alto en relación con el más bajo que se paga en la empresa, y el promedio de los sueldos de la misma. Es una medida que mueve a justificar por qué se contratan ejecutivos caros y el valor que ellos entregan a la empresa.
Para neutralizar suspicacias y recuperar la confianza de la ciudadanía, se requiere mayor transparencia en la empresa. Una iniciativa que los gremios empresariales podrían considerar es impulsar entre sus asociados un indicador como el que se está implementando en Estados Unidos. Al menos daría una señal de que no están solamente preocupados de producir riqueza sino cómo ésta se distribuye.
Jaime Bazán