Un país que dejade asombrarse
Señor Director:
En menos de una semana, dos hechos volvieron a desnudar la decadencia de nuestro sistema penitenciario.
Trece funcionarios de Gendarmería fueron detenidos por integrar una red de tráfico de drogas, armas y municiones en el penal de Alto Hospicio. Días después, a pocos kilómetros de La Moneda, internos de Santiago Uno celebraban una fiesta con música, asado y whisky.
¿En qué momento dejamos de asombrarnos?
Hoy ya no sorprende que los reos tengan celulares, armas caseras o que controlen recintos penales. Si seguimos normalizando lo inaceptable, pronto tampoco nos inquietarán situaciones como las recientemente ocurridas.
Las cárceles chilenas se han convertido gradualmente en verdadera tierra de nadie, donde rigen las leyes del más fuerte y el Estado parece un espectador atónito.
Lo alarmante no es solo el avance del crimen organiza intra muros, sino nuestra indiferencia ante ello.
Porque cuando un país deja de asombrarse ante su propio descontrol, el problema ya no está solo en las cárceles, sino en la sociedad que las mira sin inmutarse.
Nelson Salas Stevens
Abogado Penalista
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