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Biotecnología y competitividad: una década perdida

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Este año se cumplirá una década desde que Chile oficializó una Política Nacional para el Desarrollo de la Biotecnología. Su propósito central era “impulsar el desarrollo y la aplicación de la biotecnología en Chile, especialmente en los sectores productivos basados en recursos naturales, con el fin de incrementar el bienestar y la calidad de vida de todos los chilenos y de contribuir a la generación de riqueza en el país, velando por la protección de la salud y la sustentabilidad ambiental”. En ella se establecieron cuatro objetivos específicos y 23 acciones concretas; se identificaron las “iniciativas emblemáticas que serían cruciales para el despegue del esfuerzo nacional en biotecnología”; y, se fijó un programa de acción realizable para el bienio 2004-2005, el cual contemplaba el envío a trámite legislativo de una Ley Marco para la Biotecnología, en diciembre de 2004. La historia posterior es conocida: la referida ley marco nunca ingresó al Parlamento y las acciones anunciadas se desvanecieron en el tiempo.



En el ámbito científico, la biotecnología ha sorteado exitosamente todas las pruebas a que ha sido sometida; sus beneficios, tanto para el medio ambiente como para las personas, han sido documentados en decenas de estudios; y, desde que comenzaron a comercializarse los productos derivados de ella, no se ha registrado ningún incidente. Los esfuerzos por producir nuevas variedades de semillas mejoradas genéticamente no han cesado. En mayo pasado la FDA aprobó el primer medicamento para la enfermedad de Gaucher producido por una zanahoria genéticamente modificada; en octubre un grupo de investigadores chinos, norteamericanos y alemanes dieron a conocer una nueva variedad de trigo sin gluten, una gran noticia para los pacientes celíacos del mundo; y, en noviembre, otro grupo científico dio a conocer la primera variedad de semillas de Arabidopsis Thaliana con Omega 3. El peso de la evidencia científica ha hecho que en California, en el plebiscito realizado junto con los comicios presidenciales, un 58% de los votantes rechazara la Propuesta 37, que establecía el etiquetado obligatorio de los alimentos provenientes de cultivos mejorados genéticamente.

Incluso dentro de los ecologistas la biotecnología cuenta con apoyo. Patrick Moore, ex fundador de Greenpeace, declaraba en 2001: “La campaña del terror que se emprende en contra de la modificación genética se basa principalmente en fantasías y una completa falta de respeto a la ciencia y a la lógica”. El destacado escritor, periodista y activista ambiental, Mark Lynas, comenzó su intervención, el 3 de enero, ante la Conferencia Agrícola de Oxford ofreciendo disculpas: “Me disculpo por haber pasado varios años destrozando los cultivos transgénicos. También lamento haber ayudado a iniciar el movimiento anti-GM a mediados de los años 1990, y con ello contribuido a demonizar a una importante opción tecnológica que puede utilizarse en beneficio del medio ambiente”.

En estos momentos, en que el tema de la competitividad -particularmente de la agroindustria- ocupa un lugar prioritario en la agenda nacional, Chile debe ponerse al día en este ámbito y recuperar la década perdida.

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