Columnistas

Cifras de desempleo: algo no calza

  • T+
  • T-

Compartir

Rafael Ariztía
Socio MFO Advisors

De un tiempo a esta parte queda la sensación de que las cifras de empleo publicadas por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) dan una nota disonante respecto de la realidad económica que vive el país. Cuando vemos que la confianza se ha desplomado, y que junto con ello las cifras de inversión y comercio se estancan, resulta algo curioso -por decir lo menos- que para las cifras oficiales el empleo no se vea afectado. La misma semana que el Ministerio de Hacienda comunicó un recorte en el gasto público, el INE informa que la tasa de desempleo habría bajado en doce meses a un saludable 5,8%. Esto sería materia de alegría, si las cifras no escondieran realidades menos alentadoras.

¿Qué explica entonces que cuando todos tienen la sensación de que vamos cuesta abajo, las encuestas trimestrales del INE nos muestren que el empleo está firme? En mi opinión lo fundamental es que hay un sutil, pero relevante problema de definición de lo que se está midiendo. Se suma un sesgo de selectividad en las cifras que comunica el gobierno.

En términos formales, el informe trimestral del INE no entrega una tasa de desempleo, sino que una tasa de desocupación, lo que probablemente para los expertos estadísticos es lo mismo, pero para los mortales no. Para el INE, ocupadas “son todas las personas en edad de trabajar que durante la semana de referencia, trabajaron al menos una hora, recibiendo un pago en dinero o en especies, o un beneficio de empleado/empleador o cuenta propia”. Y, desocupadas, “todas las personas en edad de trabajar, que no tuvieron un empleo durante la semana de referencia, buscaron uno durante las últimas cuatro semanas (incluyendo la de referencia) y están disponibles para trabajar en las próximas dos semanas (posteriores a la de referencia)”.

En buen castellano, si alguien perdió el trabajo, pero hace cualquier cosa en la semana para conseguir un ingreso -vender chalecos reflectantes, cantar en una micro, limpiar los vidrios o hacer malabares en un semáforo- es una persona ocupada/empleada para fines estadísticos. Genial. Todos sabemos que esto no es más que alguien desempleado haciendo lo imposible por subsistir. Claramente, tuvo una ocupación, pero no un empleo. Y eso es justamente lo que las cifras más desagregadas muestran. El componente que más aporta a “sostener” un crecimiento de 2% de los ocupados en los últimos 12 meses es el trabajo por “cuenta propia”, que creció en un 7,2%, y que engloba todas las actividades posibles, desde el emprendimiento hasta el “pololo” más básico. Si ponemos un poco de escepticismo sobre este componente, lo que tenemos es una destrucción neta de empleos.

Para la ministra del Trabajo es “una buena noticia que el mercado del trabajo siga mostrando fortaleza”, pero la verdad es que el número no es tan digno de aplausos. Los expertos dirán que las metodologías aplicadas son las sugeridas por la OCDE… y probablemente sea cierto, pero ello no quita que la cifra, tal como se informa mensualmente, sea inútil para la ciudadanía si no se desagrega correctamente.

Es aquí donde hay que tener más cuidado. Resulta evidente para cualquier observador que el mercado del trabajo se ha deteriorado en los últimos dos años. Basta decir que, considerando la metodología recién mencionada, en los últimos dos años se están generando menos de la mitad de los empleos anuales que en los 4 años anteriores, y que los empleos generados son más precarios en términos contractuales y están altamente influenciados por el sector público. En pocas palabras, el sector privado no está contratando, salvo la construcción.

Lo anterior es percibido por todos. Por ello, cuando el gobierno se auto felicita por las cifras de empleo a través de una especie de realidad estadística paralela, lo único que logra es que crezca la desconfianza en las autoridades, lo que nos lleva a dos conclusiones: primero, el rol de la prensa especializada para hacer un análisis crítico de las cifras oficiales no se está cumpliendo cabalmente. Y, segundo, la autonomía del Instituto Nacional de Estadísticas es una necesidad cada vez más evidente.

Lo más leído