El crecimiento es políticamente incorrecto
Investigadora Asociada Centro de Estudios Financieros ese Business School U. de Los Andes
Puede parecer curioso el título, ya que el crecimiento es uno de los temas que domina la agenda. Todos, de izquierda a derecha, hablan de su importancia y la necesidad de recuperarlo, sin embargo, al entrar en las propuestas concretas, el discurso se empobrece y desaparecen los consensos. Es que los caminos para lograr crecimiento económico suelen ser políticamente incorrectos, especialmente luego de una década de gran expansión del ingreso, que cayó como maná del cielo a través de la prolongada bonanza del cobre. Es así como entre 2004 y 2013, el ingreso nacional bruto creció a un ritmo promedio de 7% real y el gasto fiscal a un 7,3% real, mientras la productividad estuvo prácticamente estancada. Es un mundo fácil para las promesas de bienestar, con ingresos privados y públicos que aumentan generosamente, sin la necesidad de un esfuerzo equivalente en productividad.
Una vez terminada la bonanza se deben volver a mirar los fundamentos del crecimiento, que poco tienen que ver con los discursos políticos centrados en los derechos ciudadanos pero que hablan escasamente de los deberes. El crecimiento suele no ser gratuito, requiere que empresas y familias realicen esfuerzos de ahorro e inversión, postergando el consumo presente. Demanda más y mejores horas de trabajo, de aprendizaje y capacitación, y menos feriados, siendo necesarios también esfuerzos de creatividad para idear formas más eficaces y eficientes de producción. Es requisito también por parte de la autoridad un constante esfuerzo de perfeccionamiento de la institucionalidad a fin de generar los incentivos para facilitar lo anterior.
Sin embargo, en estos aspectos hemos ido en franco retroceso en estos años, con una reforma tributaria que desincentiva el ahorro y la inversión, una reforma educacional que probablemente generará retrocesos en calidad, y una reforma laboral que fomenta el conflicto y desincentiva la formalidad y estabilidad laboral, sin que abra espacios de mayor productividad. Por último, los cambios institucionales propuestos generan un contexto de incertidumbre, que afecta la generación de nuevos proyectos. Profundizar este camino de reformas es contrario a recuperar el dinamismo perdido. Es necesario no sólo cambiar el rumbo sino también corregir los errores más evidentes. ¿Habrá algún candidato que se atreva a decir, por ejemplo, que la gratuidad en la educación superior no sólo es imposible sino además una política errada en términos de incentivos a instituciones y estudiantes?
Las políticas públicas, a través de la estructura de incentivos que generan, son claves para volver a crecer, pero no son lo único. Como padres seguramente tenemos algo que decir, ya que se percibe en las generaciones jóvenes un válido deseo de disfrutar la vida, pero no siempre acompañado de la necesaria noción de esfuerzo para lograrlo.
Crecer no es fácil, exige esfuerzo, disciplina y una cultura del trabajo bien hecho. No obstante, es el único camino viable para que nuestros compatriotas menos afortunados puedan superar la pobreza y la inseguridad sobre el futuro. Es necesario que empecemos a abandonar esa lógica política que sólo busca popularidad y los votos necesarios para mantenerse en el poder.