El 23 de junio quedará marcado como la fecha en que el Brexit dejó de ser una meta política, para convertirse en una decisión tomada. Y ese día también la palabra incertidumbre volvió a apoderarse de los mercados globales, y nuevamente se puso en jaque la lenta recuperación del mundo, en especial de los países desarrollados. Sin embargo, hay un grupo de economías que en este escenario por ahora sacan cuentas alegres. Son las emergentes, que se han caracterizado por un paulatino empeoramiento de sus indicadores económicos, pero que volvieron a ser atractivas para los inversores mundiales, experimentando un impulso impensado hasta hace pocos meses. Así, hemos visto mayores flujos de capitales y un fortalecimiento de sus monedas, lo que sumado a condiciones financieras más ventajosas podrían sugerir una recuperación más pronta de la actividad y del empleo. Chile, como parte de este grupo, se ha visto beneficiado y ya somos varios los que vemos un 2017 relativamente mejor que el año actual.
Soy un optimista de Chile, pero a la vez soy realista. Este impensado nuevo impulso externo es, sin lugar a dudas, positivo aunque está lejos de ser una fuente de dinamismo agregado. Es más, nuestras estimaciones preliminares sugieren que si bien tendría un impacto positivo sobre el crecimiento, éste sería más bien leve, con menores presiones inflacionarias provenientes del exterior y un impacto casi nulo sobre el empleo. Lo que nos deja con un crecimiento todavía bajo los promedios de la década e incluso inferior a nuestro nivel potencial.
Un repunte más ágil de la actividad económica y del mercado laboral que representen un impacto sustancial sobre el bienestar nacional requieren de un componente interno más dinámico y/o de una recuperación mundial bastante más vigorosa. Pero ahora ambas opciones parecen poco probables. Por eso, siendo pragmáticos debemos contribuir al producto desde nuestras acciones, como por ejemplo incrementando la inversión para recuperar mayores niveles de ingreso. Y es que hoy tenemos una inversión baja para un país con nuestro grado de desarrollo, con niveles que llegan al 22,7% del PIB, cifra 2pp menor a la que teníamos en 2008, antes de la crisis subprime y del terremoto de 2010. Resulta lógico entonces suponer que debemos invertir más, lo que redunda en una mayor acumulación de capital junto con más oportunidades de empleo.
¿Qué ha pasado con la inversión?
Si nos remitimos al Informe de Política Monetaria de junio, la autoridad era particularmente pesimista respecto a su dinámica futura. Y esta aprensión tenía fundamentos: la construcción, que representa cerca del 65% del total, está próxima a experimentar el fin de un breve boom determinado por el ítem residencial. Por lo mismo, y a partir de la reducción de los permisos de edificación, fundamentales para adelantar tendencias del rubro, no esperamos una recuperación.
Por otro lado, el componente de maquinaria y equipos, que representa el 35% restante de la inversión, es el más volátil. En efecto, en lo que va de la década ha promediado 8,3% anual de crecimiento, aunque con extremos de +33% y -14%.
Entonces, ¿por dónde vendrá la nueva inversión?
Los primeros atisbos deberían venir por el componente de maquinaria y equipos, que en los últimos tres años ha caído 7,8% promedio. Es precisamente aquí donde se han visto las mayores contracciones y también donde se abren las primeras oportunidades, pues ya no basta con solo reponer el stock de capital que se deprecia para mantener la competitividad sectorial.
Resulta imperioso que la inversión vuelva a tener la importancia que tenía hace algunos años dentro de la producción. Esto es difícil, porque ya no contamos ni con el boom minero ni con el de edificación. Por eso, esperamos que la inversión en construcción se contraiga 1% el próximo año, aunque maquinarias debería expandirse más de 7%. Así la inversión crecería cerca de 2%, lo que aún estaría por debajo de la actividad agregada.
Más allá de las cifras y aunque resulta prematuro encontrar indicadores que adelanten una recuperación de las ventas o del dinamismo de los negocios, no se puede negar que desde un punto de vista financiero existen condiciones particularmente convenientes para atreverse. Mi llamado es a tomar las oportunidades domésticas, porque las soluciones que provengan desde afuera hasta ahora no son suficientes.