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¿Está hoy la persona humana en el corazón del desarrollo?

Chile es uno de los países más abiertos del mundo y está profundamente integrado con la economía global.

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Chile es uno de los países más abiertos del mundo y está profundamente integrado con la economía global.

Esta inserción en la economía global le ha traído numerosos beneficios y le ha permitido generar riqueza de un modo eficaz. El problema es que se ha estancado la redistribución del ingreso y se ha complejizado el fenómeno de la pobreza. 
Las personas que tienen oportunidades de desarrollo y progreso en esta nueva economía globalizada, son quienes tienen una formación profesional y capacidades tecnológicas avanzadas. Éstas son una minoría de la fuerza de trabajo. Una gran mayoría se queda sin trabajo o se estanca y recibe compensaciones que resultan insuficientes para satisfacer las demandas de una vida digna. Son los “trabajadores pobres”. “Esta situación de desigualdad golpea especialmente a los que no son competitivos, los más vulnerables, los niños, los disminuidos físicos, los mayores, las mujeres, sobre todo de más de 65 años, los que sufren una dependencia, y los que han nacido en una familia pobre y no logran romper ese círculo de pobreza.”
Cuando se mira a esta situación desde una perspectiva puramente económica de maximización de la utilidad, no hay nada que hacer, porque las personas reciben un ingreso que está relacionado con su productividad marginal.

Pero el lucro de las empresas, si bien no tiene nada de censurable o ilícito, como lo han pretendido algunas personas, debe considerarse “como instrumento para realizar objetivos humanos y sociales”. Por ello la invitación que SS el Papa Benedicto XVI hace en la Encíclica Caritas in Veritates es que desde un punto de vista ético, no es posible limitar las relaciones a los contratos. “Es preciso que se basen en la gratuidad”. Tenemos que “redescubrir en la caridad la fuerza motriz para un auténtico desarrollo y la realización de una sociedad más justa y fraternal”.

Esta es la forma de poner a la persona en el corazón del desarrollo. Las empresas públicas y privadas, con o sin fines de lucro deben preocuparse del impacto de sus acciones sobre las personas en todos los ámbitos, sean estos trabajadores, clientes, o simplemente miembros de la comunidad. El llamado es a ir más allá de la necesaria búsqueda de la excelencia en las actividades propias de una empresa, y asumir también una responsabilidad por los problemas que afligen a la sociedad.

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