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Columnistas

Fátima

Por Padre Raúl Hasbún

Por: Equipo DF

Publicado: Viernes 12 de mayo de 2017 a las 04:00 hrs.

Es un nombre de origen árabe. Significa "única". Su equivalente latino sería "Mónica". Describe y potencia un elogio genérico: toda mujer es Fátima en cuanto posee el carisma naturalmente reservado al Eterno Femenino, ser cuna y santuario de la vida, alma del hogar familiar. Y reconoce en particular a una Mujer que por su humilde obediencia y total disponibilidad fue elegida para ser Virgen Madre de Dios. Así no resulta extraño que María de Nazareth, Madre de Jesucristo atraiga especial veneración de cristianos y discípulos del Corán y sea invocada con el nombre árabe de Fátima.

Hace 100 años, en el lugar que hoy ocupa su Santuario y ante miles de testigos ocurrieron hechos que merecen llamarse únicos; tanto en el comportamiento del sol como en la repentina e inexplicable sanación de enfermos presentes. Esos testigos estaban allí porque ya se consideraba oficialmente cierta la aparición de la Virgen María a tres pastorcillos: Lucía, de 10 años; Francisco, de 9; y Jacinta, de 7, acaecida el 13 de mayo de 1917 en Cova de Iria, Portugal. La misma Virgen "más brillante que el sol" les pidió que volvieran al mismo lugar cada día 13, en los próximos seis meses. Y les reveló, a estos pequeños analfabetos, tres secretos o profecías de máxima importancia eclesial, social y mundial.

Conocida es la razonable duda metódica que observa la Iglesia antes de pronunciarse sobre la veracidad de apariciones y revelaciones. Y ninguna de esas apariciones transmite nuevas revelaciones: el depósito revelado se completó con la muerte del último apóstol de Jesucristo. Los mensajes que María o su Hijo comunican en sus apariciones acentúan y urgen valores de siempre que están siendo negados o descuidados en la fe práctica de los creyentes, de modo que éstos tomen conciencia de su imperiosa necesidad. El primer mensaje de Fátima confirma la existencia de un estado final de desesperada condenación, cuya horrorosa evidencia es un poderoso estímulo para hacer penitencia y perseverar en estado de conversión. Fue el tema de la primera y constante predicación de Jesús. El segundo es un llamado a evitar esa horrorosa condena personal y mundial, consagrándose cada uno y consagrando el Papa a Rusia al Inmaculado Corazón de María. Es congruente con el testamento de Cristo en la Cruz: "He aquí a tu Madre". Y el tercero amonesta a vigilar y orar para no caer en la apostasía ni ceder a la persecución, que busca eliminar al Vicario de Cristo. Reafirmación del incesante llamado evangélico a espabilarnos y resistir, firmes en la fe, al Tentador y Devorador de la progenie de Cristo y de María. El 13 de Mayo de 1981 la profecía se cumplió. Pero la bala asesina brilla en la corona de la Virgen de Fátima para reiterar que Ella es única. Como toda Madre.

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