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Ganancia inesperada para los países pobres

Martin Wolf © 2021 The Financial Times Ltd.

Por: Martin Wolf | Publicado: Jueves 3 de junio de 2021 a las 04:00 hrs.
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Martin Wolf

El mundo está cerca de acordar la creación de hasta US$ 650 mil millones en nuevos derechos especiales de giro (DEG) dentro del Fondo Monetario Internacional (FMI). La asignación inicial de estas sumas seguiría el principio normal en los asuntos internacionales: a quienes tengan se les dará. Pero es posible y deseable reasignar una considerable proporción de los beneficios de este dinero gratis a fines globales, sobre todo para ayudar a los frágiles países de bajos ingresos a restaurar sus perspectivas tan afectadas por la pandemia. Hay que aprovechar esta oportunidad.

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La idea de crear una gran cantidad de nuevos DEG se propuso al principio de la pandemia. Como era de esperarse, fue vetada por la administración Trump. Bajo la administración Biden, esto ha cambiado. Dado que Estados Unidos tiene un veto en el FMI, eso es crucial. La asignación planificada también es enorme según los estándares históricos, lo cual aumenta el valor de los DEG pendientes en un 120%.

El mundo creó los DEG como activo de reserva multidivisas en la década de 1960. Ha habido cuatro asignaciones, la mayor en respuesta a la crisis financiera, en 2009. La más reciente se propuso como respuesta a la pandemia. Sigue siendo relevante, no sólo porque la emergencia no ha terminado, sino porque la recuperación es divergente y los pobres han quedado rezagados.

Por sí sola, una nueva asignación de DEG no haría mucho al respecto, ya que el nuevo activo de reserva inicialmente iría a los países en proporción a sus cuotas en el FMI. Como resultado, EEUU obtendría el 17%; los países del Grupo de los Siete de altos ingresos el 44%; todos los países de altos ingresos el 58%; China el 6%; otros países en desarrollo de ingresos medios el 33%; y 70 países de bajos ingresos, con una población total de 1.2 mil millones (la mismo que la de todos los países de altos ingresos), sólo el 3,2%.

Incluso eso representaría US$ 21 mil millones en activos líquidos permanentes para los países de bajos ingresos. Para ellos, esto está lejos de ser nada. Y, más importante aún, posibilita que los beneficiarios de altos ingresos de estos nuevos activos, los cuales ellos no necesitan, los presten en condiciones muy favorables. Eso pudiera marcar una enorme diferencia. ¿Por qué los países de altos ingresos no prestan todas las innecesarias ganancias obtenidas por medio de los DEG? Eso equivaldría a US$ 380 mil millones.

Un reciente blog e informe del FMI sobre las perspectivas en los países de bajos ingresos ha explicado por qué esto sería importante. Según este aleccionador análisis, los países de bajos ingresos han perdido un significativo terreno económico, en relación con los países de altos ingresos, desde que comenzó la pandemia de Covid-19. Esto se debe, en parte, a que son muy vulnerables a lo que sucede en la economía mundial. En parte es porque tienen muy poco margen de maniobra fiscal. En parte se debe a que, a pesar de su joven población, sus sistemas de salud tienen poca capacidad de respuesta, y su habilidad para obtener vacunas es muy poca. Además, según el FMI, el 55% de estos países actualmente se encuentran agobiados por la deuda o corren un alto riesgo de encontrarse en esa condición.

Al mismo tiempo, existen oportunidades reales de recuperación. El pronóstico de referencia del FMI es que los países de bajos ingresos sufrirán un impacto permanente por la pandemia. Pero, con US$ 200 mil millones en financiamiento relacionado con Covid y entre US$ 250-350 mil millones en gastos adicionales durante cinco años, estos países pudieran volver a su camino de convergencia prepandémico.

Lograr esto requerirá una combinación de subvenciones, préstamos concesionales y reducción de la deuda. También requerirá reformas que estimulen la inversión privada nacional y extranjera. Como siempre, la asistencia oficial debe ser, en última instancia, catalizadora. Pero la subvención y también los préstamos de DEG pudieran ser de gran ayuda.

El plan del FMI es dividir el dinero disponible en tres grupos. El primero ampliaría el Fondo Fiduciario para el Crecimiento y la Lucha contra la Pobreza (FFCLP), el cual ofrece préstamos extremadamente concesionales a los países de bajos ingresos. Pero existen límites a las sumas que el FMI puede prestar a través de este vehículo, por varias razones, entre ellas que siempre es el acreedor principal y, por lo tanto, no puede arriesgarse a convertirse en el dominante.

Por lo tanto, cuanto mayor sea el valor de los DEG que se prestarán, mayor será la proporción que los beneficiarios iniciales deben prestar por su cuenta y riesgo, a través de un nuevo fondo fiduciario. La idea del fondo es que algunos de esos préstamos pudieran destinarse a otros países en desarrollo y para fines específicos, como el clima, la transformación digital o la salud. Por último, parte del dinero pudiera distribuirse a través de un fideicomiso que respalde préstamos por parte de los bancos de desarrollo multilaterales, como el Banco Mundial.

Cómo se entrega ese dinero, y con qué propósito, es siempre político. Mi opinión es que controlar la pandemia es un bien público mundial, el cual debe lograrse mediante subvenciones provenientes de los países ricos. Es un crimen y un craso error que esto no se haya entendido ni hecho ya.

No debería pedírseles a los países de bajos ingresos que se endeuden, ni siquiera con condiciones favorables, para este fin, desviando así recursos de sus objetivos de desarrollo a más largo plazo. También dudo que sea prudente decirles que inviertan en las ‘prioridades del día’ de los países de altos ingresos. El gasto en energía renovable, en transformación digital y en salud debe ser parte de los programas de desarrollo que son propiedad de, y son ejecutados por, los países mismos, aunque se desarrollen en colaboración con las instituciones internacionales pertinentes.

En resumen, cualesquiera que sean las modalidades precisas, el objetivo debería ser utilizar la mayor cantidad posible de esta ganancia inesperada para apoyar a los gobiernos que tienen planes creíbles para recuperar el terreno de desarrollo perdido. Pero no se debe intentar comprar reformas a través de la condicionalidad. Esto casi nunca funciona. Es probable que el dinero entonces no llegara a todos los países vulnerables.

La ganancia inesperada de los DEG, si se utiliza adecuadamente, pudiera ayudar a los países más pobres, más vulnerables y más afectados del mundo. Aceptar esto sería una bendición mundial. Ha llegado el momento de hacerlo.

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