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Las tareas pendientes del Consejo Nacional de Innovación para la Competitividad

Patricio Ovalle W. Director Centro de Competitividad Universidad del Pacífico

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Hace unos 17 meses, al asumir como presidente del Consejo Nacional de Innovación para la Competitividad (CNIC), Gonzalo Rivas definió como las prioridades de su gestión retomar la influencia del organismo en el desarrollo de políticas públicas, crear un status legal que garantizara su autonomía y definir las áreas potenciales de Chile para llegar al desarrollo.


A su arribo, Gonzalo Rivas manifestó la necesidad de que el Consejo recuperara su capacidad de ser un espacio de diálogo y trabajo en el cual se genere una visión estratégica hacia los desafíos de largo plazo en innovación y de otorgarle la institucionalidad legal que para ello requiere.


Sin embargo, pese a la expectativa de su propio presidente, poco se ha avanzado en estos ejes estratégicos. Más allá de la buena disposición, aún nuestro país no cuenta con una ley que le dé sustento y resguarde la creación y atribuciones del CNIC, lo que hace evidente -considerando el tiempo transcurrido- que dicho respaldo no está en las prioridades de la agenda legislativa.


Ello deja al CNIC relegado a un rol más bien pasivo, con casi nulo poder ejecutor y que ante la ausencia de una política regulatoria de su accionar impide que su estructura y objetivos estratégicos sean de mediano y largo plazo y logren traspasar el período de los gobiernos de turno. Desde su creación en 2006, su gestión ha estado marcada por un carácter refundacional, donde con cada cambio de director también mutan sus prioridades de trabajo y estrategias para su desarrollo.


El puesto que hoy ocupa Chile en el escenario mundial del emprendimiento e innovación deja de manifiesto la necesidad de que el Consejo se convierta en el organismo catalizador para que nuestro país dé el gran salto y se vuelva cada día más competitivo, aumentando el tamaño de sus sistemas productivos con un modelo en el que la innovación esté al servicio de la economía y todas las áreas de desarrollo humano.


Para ello, más que compararnos con los países de la OCDE, anunciar aumentos en el gasto público en I+D y dar golpes de timón cada cuatro años, debemos lograr que el CNIC cumpla efectivamente con su rol de asesorar al Presidente de la República en la identificación, formulación y ejecución de políticas de Estado que fortalezcan la innovación y la competitividad del país; propiciando y fortaleciendo la tríada Estado-Universidades-Empresas.


Dotar al organismo de los recursos y facultades necesarias para generar estrategias eficaces para diversificar la matriz productiva nacional -identificando nuevas industrias y propiciando la articulación directa con y entre instituciones como Corfo, Innova Chile, Conicyt y Sercotec- es una tarea urgente, Chile necesita fortalecer su sistema nacional de innovación, no podemos seguir esperando.

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