Lucy Kellaway

Amy quiere mi trabajo pero no es rival para mí

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Por: Lucy Kellaway | Publicado: Lunes 5 de junio de 2017 a las 04:00 hrs.
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Hace dos semanas, El Financial Times le asignó una porción de mi trabajo a un robot. Llevo años creando versiones podcasts de mi columna, pero ahora me enfrento a una dura competencia en la forma de la Experimental Amy.

Vende sus servicios a un precio mucho menor que el mío, aprende rápidamente, y siempre hace precisamente lo que se le pide.

Su desventaja, me atrevo a decirlo, es que es una colega menos sociable que yo, pero bueno, nadie es perfecto.

Ser reemplazado por un robot es la peor pesadilla de todo trabajador, y cuando me enteré de que ella se estaba metiendo en lo mío, me sentí un poco afligida. Pero una vez que dejé de sentirme indignada y me senté a escuchar el resultado de su trabajo, comencé a sentirme mejor.

Yo sé que éstos son sus primeros días, pero por el momento Amy no es mi rival: por el contrario, según mis oídos, parciales por cierto, ella es totalmente inútil.

Para ser justa, Amy tiene algunas ventajas. Para empezar, tiene una magnífica voz.

Cuando empecé a grabar mis columnas hace una década, un oyente me escribió para quejarse de que mi “tono nasal” le había obligado a dejar de escucharme inmediatamente.

Por contraste, la voz de Amy tiene un bajo timbre agradable y es tan suave como el terciopelo.

Su segunda ventaja es que es prácticamente gratis. Ella es parte de un nuevo servicio de Amazon que convierte el texto en habla, y que no cuesta casi nada, por lo menos en comparación con lo que me paga el FT.

Aún más impresionante es su velocidad. Menos de dos segundos después de haber recibido mi texto escrito, me entregó una versión hablada. Lo cual significa que cuando yo apenas he despejado mi garganta y comenzado a leer: “Hace dos semanas, el Finan…”, ella ya ha terminado.

En su caso no hay conmoción y hace el trabajo por sí sola.

En cambio, mi grabación incluye a un productor, el uso de un estudio, la necesidad de que ambos intercambiemos correos electrónicos para confirmar una hora de conveniencia mutua y entonces algunos comentarios amistosos cuando nos reunimos. Implica montar el equipo y entonces editar la grabación para eliminar todos mis tropiezos. Toma media hora del tiempo del productor y quince minutos del mío.

Esto sería determinante si el trabajo de Amy fuera medio pasable, pero no lo es. Pone pausas en los lugares equivocados. Junta palabras que deberían separarse. Su dominio de la sintaxis es irregular.

Escucharla no es lo mismo que escuchar a una persona que no sabe hablar inglés, sino más bien a alguien sin cerebro, corazón, o sentido del humor.

En efecto, su desempeño es tan mediocre que ni siquiera yo entiendo la columna cuando ella la lee… y eso es mucho decir, porque yo la escribí.

La curva de aprendizaje de Amy es muy empinada.

Hace un par de años los robots de voz que habían en el mercado sonaban como Stephen Hawkins. Cada día que pasa, los algoritmos de aprendizaje de Amy le ayudan a mejorar. Su peculiar sincronización se va a arreglar. Su entonación mejorará. Será capaz de emitir emoción artificial y algunos chistes.

Pero Amy nunca podrá leer con comprensión. Nunca sabrá cuándo hacer una pausa y cuándo adoptar un tono de burla. Amy nunca será irónica. Seguirá equivocándose.

En esto último no está sola. Yo también cometo errores cuando leo. A veces hay ruido en el fondo. A veces leo demasiado rápido o con demasiado énfasis. Pero dudo que nuestros oyentes traten nuestros fallos de la misma forma.

Cuando un humano mete la pata el público entiende por qué. Con mucha frecuencia un error hace que nos sintamos más conectados con la persona que lo ha cometido. Pero cuando un robot comete un error, no simpatizamos y es más probable que perdamos fe en el asunto.

Al fin y al cabo, no me siento resentida con Amy porque está a punto de robarse mi trabajo. Pero sí me desagrada que lea mis columnas de esa manera. Al pasar por su tratamiento errado, se convierten en las cosas más impenetrables y sombrías que se han escrito.

Amy podría hacer un buen intento de leer el pronóstico del tiempo o los resultados del fútbol. Muy pronto será lo suficientemente buena para leer cualquier tema predecible. Pero ese es exactamente el punto con respecto a una buena columna. Si es predecible, no es suficientemente buena.

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