Navegando en una tormenta
Axel Christensen Director de Estrategia de Inversiones para América Latina de BlackRock
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Axel Christensen
Algo similar al aumento de eventos meteorológicos extremos –por el cambio climático– también está ocurriendo en los mercados financieros. Estamos dejando atrás un período de crecimiento estable e inflación predecible, conocido como la “Gran Moderación,” y entrando a una época de mucha mayor incertidumbre y volatilidad.
Parte de ello es que los bancos centrales se enfrentan a una disyuntiva muy difícil: vivir con más inflación, por un tiempo más prolongado, o sufrir el daño económico necesario para reducirla rápidamente. No hay forma de evitarlo, no es posible un “aterrizaje suave” de la economía. Un ejemplo es la tormenta reciente en el Reino Unido, donde el estímulo fiscal no logró impulsar las expectativas de crecimiento, y sólo resultó en tasas de interés más altas. Este tipo de situaciones exige que los inversionistas sepan cómo navegar en aguas tormentosas, reduciendo riesgos.
“La tormenta en la economía global aconseja una estrategia de menor riesgo en el corto plazo. Más adelante, habrá condiciones más estables que permitan tomar mayores riesgos nuevamente”.
¿Pero qué ocurrió en el Reino Unido? El gobierno intentó impulsar mayor crecimiento, recortando impuestos mientras subía el gasto fiscal para hacer frente al aumento en el costo de la vida. La respuesta del mercado no tardó: las expectativas de las tasas aumentaron por encima de otros mercados desarrollados. Pero las expectativas de crecimiento no lo hicieron, la libra esterlina se desplomó a mínimos históricos y el mercado bursátil cayó.
En esta nueva época, ya no sirve gastar más para evitar una recesión. Más bien, bajar la inflación de manera rápida requiere de aumentos agresivos de tasas, llevando invariablemente a una recesión. Los bancos centrales están tratando de hacer “lo que sea necesario” para controlar la inflación, sin reconocer las consecuencias de “lo que sea necesario”. Es probable que en primera instancia sacrifiquen el crecimiento para frenar la inflación, subiendo las tasas. Sin embargo, una vez que el daño económico sea claro e inevitable, tendrán que detener las alzas.
Como todo, en este régimen es cada vez más probable que haya recesiones en los principales mercados desarrollados. Podría ser el próximo año en Estados Unidos, pero más pronto y más profunda en la Eurozona, debido a la crisis energética. En América Latina también ocurrirán luego, aunque serán menos pronunciadas que en Europa. Desde ahora los ciclos económicos serán más rápidos y pronunciados.
Por ello, es necesario adoptar menos riesgos al invertir, al menos en el futuro más inmediato. Por ejemplo, reducir la exposición a acciones, especialmente de mercados desarrollados. Estas aún deben reflejar en sus precios los crecientes temores de recesión, tasas más altas y expectativas de ganancias corporativas menos optimistas. En el caso de los bonos corporativos de mejor calidad crediticia (i.e., grado de inversión), sus precios ya lo reflejan. Rendimientos más altos y balances más sólidos de sus emisores los posicionan mejor que las acciones para capear recesiones.
Un futuro donde los bancos centrales dejen de subir las tasas y acepten vivir con más inflación se presenta como un entorno más favorable para la renta variable por encima de los bonos. Con inflaciones más persistentes, son más atractivos bonos indexados a inflación que bonos nominales. Con todo, la tormenta actual en la economía global aconseja una estrategia de menor riesgo en el corto plazo. Más adelante, habrá condiciones más estables que permitan tomar mayores riesgos nuevamente.