Soft power en la minería: la oportunidad que Chile ignora
CARLOS CRUZ INFANTE Director de lunae advisory
Son décadas las que llevamos debatiendo en Chile sobre cómo superar la dependencia de los commodities. “Que es necesario agregar valor”, “que somos una economía extractivista” o “que no podemos dejar que otros se queden con el valor de nuestro mineral”. Este fue, de hecho, el argumento político para la actual Estrategia Nacional del Litio, que pretendía desarrollar toda una cadena en torno a él y crear una empresa estatal para extraerlo. Como consecuencia, en enero de 2023 el Wilson Center publicó cómo Chile perdía atractivo frente a Argentina que, pese a estar entonces aún bajo el peronismo, ya era más atractiva para los inversionistas y desarrolladores privados de la industria del litio.
Por supuesto, nadie quiere caer en la llamada “enfermedad holandesa”, como tituló el Economist en 1977 a la tendencia de concentrar los recursos de un país en solo una materia prima o en unas pocas, limitando el flujo hacia otros sectores que también los requieren. Aun así, la cantina de la agregación de valor puede resolverse de otra forma.
“¿Por qué no cambiar la narrativa y exportar conocimiento minero de primera calidad made in Chile? ¿Qué pasaría si, como Australia, Estados Unidos o Canadá, nos posicionáramos como un polo de aprendizaje, investigación y experiencia de campo para formar a los mejores del mundo en el rubro?”.
Y hay varios indicios para ello.
La misma semana del fatídico accidente en El Teniente –una tragedia penosa desde toda perspectiva-, se conoció que la International Copper Association, presidida por el chileno Juan Ignacio Díaz, tras desplegar una estrategia narrativa impecable, contribuyó a que el Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no impusiera aranceles extraordinarios al cobre refinado, que Chile exporta copiosamente a ese mercado. En 2024, en una visita oficial de la Corona Saudí, el viceministro de Asuntos Mineros del Reino afirmó que Chile es mundialmente conocido por su experiencia minera. Y hace pocas semanas, en la provincia argentina de San Juan, donde se hizo el mayor descubrimiento de la industria del cobre de los últimos 30 años, asociaciones mineras locales han comenzado a protestar persistentemente por la contratación de expertos mineros chilenos.
Está claro que hay algo que no estamos viendo. Puesto desde otra perspectiva y a modo de comparación, el Gobierno alemán, por ejemplo, promueve con fuerza la llamada diplomacia científica. Es lo que ha hecho en Magallanes en torno a la industria del hidrógeno verde: las empresas de ese país ponen el capital, pero también dan relevancia estratégica a la transmisión de conocimiento a través de universidades locales. De ello dan cuenta el convenio entre el Gobierno alemán y Corfo en torno al Centro Tecnológico para la Innovación en Hidrógeno Verde, y la alianza académica “Power to Medme”, entre el Ministerio de Energía de ese país y la Usach.
¿El resultado? Sin desarrollar grandes industrias ni incurrir en inversiones voluminosas, Alemania gana en influencia geopolítica y legitimidad social, posicionándose como un socio completo y deseable.
¿Aplica esto a Chile? Los expertos mineros del país, de talla mundial, reconocidos internacionalmente, responden con holgura a la pregunta. ¿Por qué, entonces, no cambiar la narrativa y exportar conocimiento minero de primera calidad made in Chile? ¿Qué pasaría si, como Australia, Estados Unidos o Canadá, nos posicionáramos como un polo de aprendizaje, investigación y experiencia de campo para formar a los mejores mineros del mundo?
Actualmente, ninguna universidad chilena figura en el top 10 del QS ranking en carreras de ingeniería en minas (la Universidad de Chile se ubica 17), pese a que el país lidera la exportación mundial de cobre. Y, si bien hay iniciativas muy valiosas como Atacama Immersion Chile, liderada por la Universidad Católica del Norte, hay mucho más espacio para crecer.
El potencial público y privado están ahí, esperando a que algún gobierno redacte, promueva y actúe una diplomacia minera en serio. Como punto de apoyo, Codelco y ProChile ya cuentan con oficinas y redes en las plazas más importantes del mundo. Y no estamos hablando solo de minería, sino de todo el ecosistema de conocimiento en torno a ella, desde geógrafos e innovaciones que usan inteligencia artificial en las faenas, y proveedores de excelencia, hasta equipos de elite de rescate. Todos ellos son activos estratégicos, lo que visto desde esta perspectiva nos muestra que no es necesario crear una cadena de valor completa en una sociedad que premia más el conocimiento que las máquinas. El minuto es ahora.