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¿Y si las emisiones mundiales disminuyeran en lugar de aumentar?

Pilita Clark

Por: Pilita Clark | Publicado: Lunes 22 de abril de 2024 a las 04:00 hrs.
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Pilita Clark

En algún momento del futuro próximo, quizá este mismo año, es probable que los seres humanos experimenten algo que nunca ha ocurrido en la historia moderna. Por primera vez, las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero que calientan el planeta podrían por fin dejar de aumentar y encaminarse hacia un descenso a largo plazo.

Nadie vivo actualmente ha vivido una época como ésta. Tampoco la ha vivido ninguna otra generación reciente porque, durante la mayor parte de los últimos 200 años, las emisiones han aumentado de forma constante en una trayectoria ascendente, interrumpida sólo brevemente cuando algo como una crisis financiera o una pandemia provoca una convulsión económica mundial.

“Ese punto de inflexión podría estar más cerca de lo que creemos y sus consecuencias pueden ser profundas”.

El ritmo de este crecimiento se ha ido ralentizando a nivel mundial, y las emisiones han disminuido ya en más de 40 naciones a medida que los países se vuelven más energéticamente eficientes, cambian el carbón por gas menos contaminante y sustituyen los combustibles fósiles por energías renovables.

Pero esto aún no se ha traducido en una disminución global de las emisiones. Sin embargo, una vez que lo haga, algunos analistas creen que la política, la psicología e incluso la financiación de la acción climática podrían cambiar profundamente.

Debo decir que esto no se me ocurrió en noviembre, cuando apareció una investigación que mostraba que, si se mantienen las tendencias actuales de crecimiento de la energía verde, y si se reducen gases como el metano, hay un 70% de posibilidades de que las emisiones globales empiecen a descender en 2024, lo cual haría que 2023 haya sido el año en que alcanzaron su punto máximo.

Entonces empecé a encontrarme con gente como el economista Nat Keohane, exasesor de Obama en la Casa Blanca y ahora presidente del grupo de expertos Center for Climate and Energy Solutions. Es notablemente optimista sobre el impacto de un descenso global de las emisiones. “Creo que sería un momento político y psicológico extraordinariamente poderoso”, me dijo, añadiendo que podría ampliar la base de apoyo a la acción climática de diversas formas.

En primer lugar, sería motivante porque demostraría que la lucha contra el calentamiento global se puede ganar y no es una búsqueda inútil y sin sentido. Estoy de acuerdo.

En segundo lugar, un descenso ofrecería evidencias concretas de que la demanda de combustibles fósiles era más frágil de lo que se creía, y la competencia en la carrera mundial por las energías limpias era más robusta.

Keohane cree que esto podría cambiar el comportamiento de gobiernos, juntas administrativas e inversionistas, porque haría que las inversiones en combustibles fósiles parecieran más un callejón sin salida, y las inversiones verdes una necesidad competitiva.

Creo que esto también es posible, pero exigiría un cambio en el pensamiento implacablemente cortoplacista de los inversionistas, sobre todo si el ritmo de descenso de las emisiones fuera lento.

Además, quienes vivimos en países como el Reino Unido, donde las emisiones se han reducido casi a la mitad desde 1990, sabemos que los gobiernos pueden utilizar fácilmente semejantes logros como excusa para levantar el pie del acelerador de la reducción de emisiones.

Como dijo el año pasado el primer ministro Rishi Sunak, “no es correcto” agobiar a los trabajadores con políticas de reducción de emisiones cuando “estamos tan por delante de cualquier otro país del mundo”.

Entonces, ¿una disminución global de las emisiones frenaría esta línea argumentativa? Quizás no, pero haría mella en la idea popular de que no tiene sentido reducir virtuosamente las emisiones cuando China, el mayor emisor por mucho, no está haciendo prácticamente nada.

Esto se debe a que una disminución global se vería impulsada por las caídas en China, donde el aumento de la energía eólica y solar ha llevado a algunos analistas a sugerir que los combustibles fósiles están al borde de un declive estructural en el sector energético.

Esto, sumado a la perspectiva de que el aumento de las ventas de coches eléctricos puede reducir la demanda china de petróleo, son dos de las razones por las que los autores del estudio de noviembre concluyeron que el peak de emisiones puede estar más cerca de lo que se pensaba.

Su investigación tiene limitaciones, como la suposición de que las emisiones descienden de forma relativamente uniforme en todo el mundo. En la práctica, podrían retroceder en China, EEUU y la Unión Europea (UE), mientras Rusia redobla su apuesta por los combustibles fósiles, dice uno de los autores, el profesor Joeri Rogelj, colaborador habitual de los informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC, por sus siglas en inglés).

Además, aunque las emisiones empiecen a disminuir este año o el próximo, es improbable que caigan un 43% para el año 2030 respecto a los niveles de 2019, que es lo que el IPCC considera necesario para mantener el objetivo de 1.5 ºC de temperatura del Acuerdo de París.

En otras palabras, un peak mundial de emisiones será un gran punto de inflexión, pero no es suficiente para contener un calentamiento que ahora está alcanzando niveles nunca antes registrados. Después se necesitarán años de caídas pronunciadas y prolongadas.

Es mucho pedir y, en última instancia, nadie sabe con certeza qué tipo de cambios de comportamiento puede provocar un peak. Pero en un mundo donde cada vez hay más pesimismo en cuanto al cambio climático, cualquier señal de esperanza es bienvenida.

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