Dos modelos de desarrollo
Es imposible anticipar el resultado de la elección presidencial del próximo domingo, aunque las encuestas tiendan a sugerir una definición anticipada. Lo claro, sin embargo, es que detrás de las dos candidaturas en competencia subyacen concepciones de sociedad distintas. En el bloque oficialista, la perspectiva dominante asigna al Estado un rol protagónico en la planificación del desarrollo económico, en la provisión directa de bienes y servicios esenciales e, incluso, en el desempeño en ciertas áreas estratégicas. En la oposición, la visión compartida busca expandir los grados de libertad para que las personas puedan definir sus proyectos de vida.
Más allá del desenlace de este fin de semana, lo que está en juego es la definición de un modelo de país, en un contexto de problemas estructurales que se han agudizado en los últimos años: inseguridad, deterioro institucional, bajo crecimiento económico, estrechez fiscal y una prolongada crisis laboral. La economía chilena ha mostrado un crecimiento promedio de apenas 1,95% durante el actual gobierno, por debajo del registro regional, de 2,8%, en un escenario sin crisis externas, con elevados precios del cobre y energía a bajo costo. La situación del mercado laboral ha sido igualmente deficitaria, con 34 meses consecutivos con tasas de desempleo por sobre el 8% y más de 2 millones de personas en subempleo.
Lo que está en juego es la definición de un modelo de país que resuelva los problemas estructurales que se han agudizado en los últimos años.
La decisión de los votantes, por tanto, no enfrenta solo dos candidaturas, sino dos propuestas divergentes para abordar el crecimiento y el desarrollo. Por un lado, el republicano José Antonio Kast, que ha logrado integrar a las principales fuerzas de la derecha y centroderecha, propone reducir la carga tributaria, reordenar las cuentas fiscales, incentivar la inversión privada y reimpulsar la iniciativa empresarial como motor del crecimiento. En contraste, la oficialista de Jeannette Jara encarna una lógica de continuidad respecto de la actual administración. Como exministra del Trabajo, impulsó reformas que, según el propio Banco Central, han encarecido las contrataciones y rigidizado el mercado laboral. Sus propuestas recientes, como la devolución del IVA en medicamentos, o el ingreso vital de $ 750.000, contrastan con la fragilidad de las cuentas fiscales y sugieren una desconexión con los desafíos estructurales. Su plataforma programática, centrada en el gasto público, la demanda interna y una mayor participación estatal en sectores estratégicos, no ofrece respuestas claras al rezago productivo del país.
El actual Gobierno llegó al poder con una épica refundacional que rápidamente tropezó con los límites de la realidad económica. Jara ha intentado distanciarse de ese enfoque, sin renunciar a las premisas centrales de su coalición. Más que ofrecer una alternativa programática coherente, ha privilegiado el enfrentamiento discursivo con su adversario, en desmedro de propuestas de fondo.
Aunque la coincidencia en la necesidad de crecer parece haberse instalado en ambas candidaturas, los caminos propuestos difieren sustancialmente. La derecha ha articulado un programa orientado a reencauzar el crecimiento, recuperar el empleo y establecer condiciones propicias para atraer inversión. Se trata de una promesa que apuesta por dinamizar la economía desde la libertad para emprender, con responsabilidad fiscal y claridad institucional.
La decisión del domingo es, en esencia, sobre qué modelo de desarrollo puede responder mejor a las condiciones necesarias para reactivar la productividad, restablecer los equilibrios fiscales y recuperar la competitividad del país.
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