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Columnistas

Cuando la naturaleza habla en clave financiera

Por Rodrigo Arriagada, investigador de Clapes UC

Por: Equipo DF

Publicado: Jueves 12 de junio de 2025 a las 12:03 hrs.

El reciente tornado que afectó a Puerto Varas no solo sorprendió por su inusual intensidad, sino que también nos recordó una verdad incómoda: los eventos climáticos extremos ya no son fenómenos esporádicos. Están convirtiéndose en parte de una nueva normalidad. Y no se trata solo de una crisis ambiental. Es, también, una crisis económica.

Hoy, la pérdida de biodiversidad, la degradación de ecosistemas y el cambio climático han dejado de ser temas exclusivamente del ámbito ecológico. Se están convirtiendo en fuentes concretas de riesgos financieros. En un país como Chile, donde sectores clave como la agricultura, la energía, la minería y el forestal dependen estrechamente de los servicios que provee la naturaleza -como la disponibilidad de agua, la fertilidad de los suelos o la estabilidad climática-, el deterioro del capital natural afecta directamente la productividad y competitividad de las empresas.

La gestión del capital natural -es decir, los recursos y servicios que provee la naturaleza- debe dejar de ser vista como un asunto secundario o voluntario. Protegerlo es tan estratégico como administrar bien el capital financiero o humano. Y el mundo corporativo ya lo está entendiendo.

A nivel global, el Marco de Biodiversidad Kunming-Montreal, aprobado en la COP15 en 2022, marcó un cambio de era. Entre sus compromisos destaca la Meta 15, que llama a las grandes empresas a evaluar, divulgar y reducir sus impactos sobre la biodiversidad, considerando toda su cadena de valor y sus inversiones.

En Chile, más asociado a la gestión del cambio climático, la Comisión para el Mercado Financiero (CMF) emitió la Norma de Carácter General N° 461, que exige a las sociedades anónimas abiertas reportar información ambiental, social y de gobernanza en sus memorias anuales. Para ello, deben usar marcos internacionales como SASB y las nuevas normas del International Sustainability Standards Board. Ya no se trata solo de balances financieros: la sostenibilidad ha pasado a formar parte del lenguaje contable.

¿Por qué? Porque el riesgo es real. Según el Foro Económico Mundial, más del 50% del PIB mundial depende -de forma moderada o alta- de la naturaleza y sus servicios. Esto incluye sectores como la construcción, la agricultura y la alimentación. Por su parte, el Banco Mundial estima que invertir en infraestructura resiliente frente a desastres climáticos puede generar un retorno neto de US$ 4 por cada dólar invertido en países en desarrollo. En otras palabras, proteger la naturaleza también es buen negocio.

Consciente de esta realidad, Chile ha comenzado a avanzar en una ruta de colaboración público-privada para integrar la sostenibilidad como parte de la gestión empresarial. En 2023 se creó el Comité de Capital Natural, que reúne a los ministerios de Medio Ambiente, Hacienda y Economía. Este comité busca orientar políticas y acciones que fortalezcan la recuperación del capital natural y, al mismo tiempo, generar herramientas de trabajo conjunto con el sector privado.

Uno de sus avances más relevantes ha sido la conformación de la Mesa Público-Privada de Capital Natural, que promueve el diálogo entre empresas, Estado, academia y sociedad civil para avanzar en metodologías comunes que permitan valorar y reportar adecuadamente el impacto ambiental de las actividades económicas.

Además, como parte de su compromiso con el Marco Global de Biodiversidad, Chile se ha propuesto cumplir 35 metas, entre ellas la implementación de un Plan de Acción Empresarial en Biodiversidad y la creación de instrumentos económicos que incentiven la conservación y el uso sostenible de los ecosistemas.

El mensaje es claro: integrar la naturaleza en la estrategia empresarial no es una opción, es una necesidad. Ya no se trata solo de evitar multas o cumplir normas. Se trata de anticiparse a riesgos que pueden poner en jaque la viabilidad de sectores completos. Pero también se trata de ver oportunidades: innovaciones en infraestructura verde, agricultura regenerativa, seguros basados en riesgos climáticos y riesgos vinculados a biodiversidad, mercados de carbono y soluciones basadas en la naturaleza son campos fértiles para el crecimiento económico del futuro.

La preservación del capital natural es, en definitiva, una inversión en resiliencia. Ignorarla equivale a subestimar uno de los mayores factores de riesgo para la economía del siglo XXI. Escuchar lo que nos dice la naturaleza -a veces con la fuerza de un tornado- es urgente. Y responder desde las finanzas, los negocios y las políticas públicas, es ineludible.

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